Friday, July 31, 2009

Broken mirror

At last I came back
from the aftermarth
and everything turned out
to be a broken mirror.

Let's begin the exile
within myself
without leaving
anything back
anymore.

Y es Otoño

Destierra las ausencias
bajo un manto de hojas
ya secas por el tiempo.

No llores, no ahora.

Alza los ojos
y observa el árbol
cómo florece.

Y es Otoño...

Thursday, July 30, 2009

Odisseia

Odisseia

Oscur oceà
encara gat
de la posta de Sol.
¡Oh! ¡Deixa que els estels
siguin la música i l'embraç
que el meu cor desitja!
Llunyans i plens de goig
inexplicable,
de silencis sagrats.

Seré el navegant que,
de port en port,
va a la recerca
de nous horitzons
colorejats amb llibertat
pel meu passat.

¡Odisseia benvinguda,
ara sóc un Ulisses renascut
en les aigues plenes
de monstres i fades!
Escoltaré les cançons oblidades
i les convertiré
en la bandera de la llibertat
en la vara mágica
que ho fa tot possible.

¡Oh! Deixa que l'estel polar
em faci companyia
junt amb l'estimada
junt amb els meus germans.

Gotas / Ball

Gotas

Las lágrimas ahora tiñen mis ojos
són como enredaderas de agua
como las cuerdas de un arpa
plateada.
Todos nos damos la mano
en una danza eterna
de dolor y soledad
de alegría y esperanza.

Estos momentos en que flotamos
bajo tormentas interminables
que riegan la oscuridad
de preciosa y fascinante
brutalidad.
Y en ocasiones
surgiendo del caos
aparece una convicción:
unas gotas mágicas
caen en algún sitio
quizás cerca
quizás inalcanzables.

Pero caen
y las oímos claras
y nos transforman
nos serenan
y ya se dibuja una sonrisa
de un corazón que navega
dispuesto a alcanzar
lo inalcanzable.

¿Caen desde los robles?
¿Caen desde otras
dimensiones?
¿Beberemos alguna vez
y nos saciaremos por fín?
Y así nuestro viaje empezó
y ya no quisimos volver
atrás.

Ball

Arriba un altre cop
com una forta marejada
em golpeja, em fa vibrar
fluïnt entre la terra i la mar.
Convençut un altre cop
quan ja em creia
que res em podria
convènçer de nou.
Convençut de sentir-me
viu.

Amb força reneix la llum
esmeralda dels boscos:
una flor oberta per mí
i per la meva estimada
cap un camí obert
des de la freda pedra
fins noves veus i sentiments
on puguin els somnis podrits
tornar a reverdir.

Una ona freda i cruel
m'endinsa dins la mar.
Em vol matar, sense miraments.

Guany la batalla.

I després ploro per un amic
mentre oblit la meva llibertat,
i me n'adono que el temps
es com una amant
a qui hem de fer l'amor
lentament, saborejant
cada instant.

Un vals de noves fogueres
enceses al meu voltant,
un altre pic convençut
que viure
és un ball.

Friday, July 17, 2009

Los viajes de Rel

-Los humanos siempre encuentran cualquier excusa para enfrentarse entre ellos. Tienen una especie de impulso suicida que les arde dentro. No hay nada que hacer.

La nave-burbuja del ser que acababa de murmurar aquellas palabras se había quedado estacionada a varios miles de kilómetros sobre un país-región del planeta Tierra llamado Kachemira. En aquel mismo momento unos aviones tiraban bombas de racimo sobre grandes extensiones de terreno mientras cientos de tanques avanzaban destrozando casas y cultivos.

-Bien, voy a descender al Océano y me vuelvo al espacio. Con lo precioso que es este planeta y tener que encontrarme siempre que vengo con esta vergüenza...

Se llamaba Rel, un habitante de un sistema planetario cercano a la Tierra situado alrededor de la estrella Gliese 581 como la llaman los humanos y Cúrion como la llaman los seres que habitan en dicho planeta. El planeta dónde habitaba se llamaba Ariol, y se encontraba muy cerca de la estrella. La apariencia de Rel no distaba demasiado de la humana, aunque su estatura era algo más baja y sus ojos grandes y con colores más vistosos. Por ejemplo, los ojos de Rel eran violetas y azules a partes iguales. Vestía una sencilla capa granate y mantenía ambas manos sobre un panel para dirigir la nave con sus pensamientos.
Le gustaba la Tierra, y su trabajo dedicado a recorrer la Galaxia para la optención de materias primas raras que no se encontraban en Ariol le permitía aquellos placenteros viajes a distintos planetas. Su favorito, sin duda alguna, era el Planeta Azul, y muchas veces adoptaba la forma humana para pasear por él tranquilamente. Aún así, el comportamiento de muchos humanos le asqueaba...

...¿Cómo era posible que teniendo uno de los planetas más bellos de Spyro (Via Lactea) fueran, muchos de ellos, de naturaleza tan egoísta y violenta? En su planeta no todos eran seres bondadosos, pero aquel impulso auto-destructivo solamente se registraba en aquel planeta.

En una billonésima de segundo, se teletransportó con una velocidad superior a la de la luz hacia el interior de la tierra bajo una zona vacía del océano Pacífico. Al ser una nave que anulaba automáticamente la fuerza de Gravedad mediante anti-gravitones, en un abrir y cerrar de ojos había atravesado la corteza terrestre sin chocar contra ella, obviamente, y se había plantado cerca en el manto superior de la Tierra. Allí, con destreza profesional, recogió con un largo tubo de metal una cantidad ingente de Peridotita ultra-condensada, un material único en aquella zona de la galaxia y necesario para algunas construcciones de su Planeta.

Después de la recolección, otra vez con una velocidad de vértigo, se elevó hasta abandonar el planeta. Nadie en el planeta Tierra, ni siquiera los animales con mayor capacidad sensorial, detectaron un solo movimiento durante todo aquel espacio de tiempo.

Ariol era un planeta muy cercado al planeta azul. Apenas se encontraba a algo más de 20 años luz, así que se podía decir que eran vecinos y por eso los viajes de Rel eran más frecuentes hacia el planeta humano que hacia otros destinos. Por ello no había solicitado al gobierno de Ariol que le prestaran un generador de agujeros de gusano. No era necesario. Su nave era lo suficientemente veloz como para cubrir aquella distancia en solamente una semana. Además, disfrutaba de los viajes por el cosmos y solía hacer visitas a otros planetas que comerciaban con Ariol, planetas con otras razas distintas. Su espíritu viajero y el hecho de ser, aún, soltero (sus padres no dejaban de recordárselo constantemente) le impulsaban a emprender aquellas aventuras. Pero después de ver una nueva guerra en la Tierra, su estado de ánimo no era el idoneo como para seguir trabajando. Le habían dado un mes de margen para conseguir aquel material dándole permiso para deambular un poco a su aire (aún no había una demanda tan grande de Peridotita como para hacer un viaje urgente), pero la melancolía le había invadido. Le solía pasar cada vez que veía a seres humanos matándose entre sí.

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-Rel, ya te dije que podías disfrutar de tu viaje. Eres el mejor piloto del planeta y te lo recompensamos así, ya lo sabes - el sabio supremo de los Ariolianos, que equivaldría en el planeta Tierra a un rey-sacerdote, le daba unas palmadas en la espalda mientras unos técnicos insuflaban la Peridotita en el interior de la desértica tierra de Ariol (para evitar que el material se deteriorara, necesitaba estar en unas condiciones parecidas a la corteza superior terrestre. Cuando se necesitaba, se extraía, así de simple) - Pero bueno, esa es tu decisión y la respeto. Has hecho un trabajo excelente. Vuelve con tu familia.

Las casas de Ariol, a pesar de disponer de una tecnología mareante con respecto a la Tierra, eran sencillas y se autoregulaban energéticamente gracias al aprovechamiento de la energía de la enana roja y la energía eólica. Su casa se encontraba en los pies de un oscuro lago y era redondeada, con lineas armónicas, construída precisamente de Peroditita, el material que había que le había llevado de nuevo al planeta azul.
Llamó a la puerta, con ojos ojerosos y con ganas de tumbarse y de olvidarse de todo. Quería despertarse al día siguiente y volver a empezar y seguir con su optimista y despreocupada vida.

-¡Rel! ¡Hijo mío! ¡Ya...Ya estás aquí!

-Si, he vuelto pronto madre. Ya he terminado el trabajo.

La madre de Rel era un palmo más menuda que él. Iba vestida con una túnica escotada y su sonrisa jovial se reflejaba en un rostro risueño y redondeado de mejillas sonrosadas. Sus ojos verdinegros brillaban con emoción al ver de vuelta a su viajero hijo.

Rel le dió dos besos de compromiso y se introdujo en la pequeña pero confortable casa, hogar de la família de Rel. Negó las continuadas tentativas de ella para que comiera algo, pues sin duda se sentiría cansado. Saludo a su padre y a su hermana y, acto seguido, fingiendo que necesitaba dormir cuando lo que más necesitaba era pensar y relajarse, se dirigió hacia su habitación a través del patio central de la casa que en aquel momento brillaba con un agradable color rojizo de la pequeña estrella Cúrion. Mirla le esperaba sobre la cama, tumbada y ronroneando. Era muy parecido a un gato humano, de hecho muchas de las especies presentes en el planeta Tierra habían evolucionado de una forma bastante parecida como era común en la mayoría de planetas habitados de la Galaxia. Lo único que lo diferenciaba es que Mirla no tenía bigotes y un ocico más pronunciado.

Rel se tumbó a su lado y entrecruzó sus brazos tras la nuca, observando las fotos dinámicas que se movían a lo largo de toda la habitación. Fijó sus ojos en una del planeta Tierra. Aquellos océanos azules cubriendo la mayor parte del planeta, las altas montañas nevadas, aquel Sol enorme y amarillento y aquellos grandes bosques y selvas que el ser humano iba destruyendo paulativamente. Y la música, la música terrícola, su música favorita de toda la galaxia con diferencia. O al menos la que él había podido escuchar. Y sus pinturas, todo su arte. Los odiaba en cierta forma, pero tenían unas cosas tan maravillosas...

-Debo hacer algo por ellos... - se decía, incesantemente - Quizá si preguntara al sabio supremo por esa nueva nave interdimensional...Dijeron que tiene muchos riesgos y que su construcción ha sido un error. Pero no le veo otra salida. ¿Qué opinas, Mirla?

La gata ya se había dormido a su lado, boca arriba, ajena a todo lo que decía.

-¡Jaja! - se froto sus ojos azul-violeta y sonrió con dulzura - Ojalá fuera tan despreocupada como tú. Bueno, siempre lo había sido, pero uno de tanto viajar llega a sentirse agitado constantemente. Ya sabes. Bueno, tú nunca comprenderás eso - bostezó y se tumbó a su lado - Mañana será otro día, pequeña. Aún siento la dura resaca del Viaje. Combar el espacio-tiempo no es algo que se haga todos los días. Bueno...yo sí.

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-¡Hey, Rel!

Mirabelle fue a sentarse dónde estaba él, en uno de los numerosos bancos de piedra que se encontraban ante el Palacio de Arena de Ariol. Siglos atrás, mediante la composición de arena y varios elementos más, habían conseguido erigir aquel enorme y maravilloso edificio que, desde fuera, parecía que iba a derrumbarse de un momento a otro, pues parecía construído exclusivamente de arena. En aquellos momentos Rel leía un libro que hablaba sobre las diferentes dimensiones existentes en el Universo.

-Oh, ¡hola Mirabelle!

-¿Hola Mirabelle? - le dió una colleja al joven - Ni siquiera sabía que habías vuelto de tu viaje. Eres un maleducado y un impresentable. ¿Qué haces leyendo esta bazofia? ¿No te basta con aplanarte los sesos con tus viajes intergalácticos?

La chica venía cargada con varios libros desde la biblioteca. Lo miró con sus apasionados ojos rojiverdes, brillando con gran enfado, mientras su larga cabellera rojiza se combaba con el viento.

-Perdona, es que ya sabes. Los viajes de este tipo me dejan confundido durante varios días. Es normal. Perdona por no avisar.

-¿Confundido? - se echó hacia atrás y rió - ¡Tú siempre estás confundido, Rel! No me cuentes historias.

-Ehm... - Rel miró hacia otro lado, avergonzado y buscó huir de aquel tema de conversación - ¿Cómo te va tu nueva vida universitaria en la capital? ¿Te ha costado adaptarte?

-Nah... - la joven dejó los libros a su lado sobre el banco y cruzó sus esbeltas y desnudas piernas. Se enjugó el sudor que le invadía la frente con un pañuelo y luego se lo pasó por el canalillo. Suspiró, con los ojos cerrados. Parecía cansada - No hago más que estudiar, últimamente. Ya sabes de la dificultad de las últimas teorías metafísicas aparecidas en los últimos años. Casi cada día surge algo nuevo y se añade a otra lista de nuevos problemas a resolver y claro, especializarse en algo de cada día es más complicado. Eso que estás leyendo tú es una pérdida de tiempo. Las dimensiones que salen del mundo microscópico són simples ilusiones.

-Yo no lo creo así. La máquina que ha creado el gobierno...

-¡Esto ha sido un rotundo fracaso! - le interrumpió con fuerza Mirabelle con un tono algo despectivo - Deja a las otras dimensiones en paz y dedícate a vivir en la tuya. Que bien falta te hace. Estuve tirándote los tejos durante dos años seguidos y tú ni te enteraste. Menudo lerdo...

-Verás, a mi me gusta que me digan las cosas tal cómo són. No me gusta tener que estar constantemente descifrando mensajes ocultos. Ya me basta con tener que aprender idiomas de otros planetas todos los días, a cual más difícil. Y ya ni te digo las civilizaciones que solamente usan mensajes cifrados para comunicarse...

-Todos los hombres sois iguales, seais del planeta que seais. Qué cruz...debería hacerme lesbiana. Sí, debería probarlo - hizo una pausa y se fijó en otro libro que llevaba Rel bajo el brazo, disimulado. Lo leyó en voz alta - Mmmh, veamos..."Enigmas del planeta Tierra". Ya veo. Vuelves a tener otra cruzada en mente. Esta vez en tu amada Tierra. Sí, precisamente por eso me gustas tanto...pero a veces te daría una paliza.

-Lo sé - sonrió Rel, parpadeando con sus grandes ojos, mirando al suelo - Mira, al menos no te aburres conmigo. Y yo tampoco contigo, porque estás como una regadera.

Mirabelle se lanzó al cuello de Rel y le dió un sonoro beso en su mejilla.

-¡Qué tierno! Esta noche vente a una fiesta en mi casa. Quiero divertirme contigo antes que te mates en uno de esos viajes tuyos.

Se levantó, le guiñó un ojo y se fue, moviendo sus caderas con una gracia natural. Rel sintió que el corazón se le aceleraba y, de repente, le dieron ganas de seguirla y de tomarla ahí mismo. Y besarla. Pero desistió. Mirabelle era así. En un segundo pasaba de odiarla a amarla. Quizá tenía razón. Tenía demasiados pájaros en la cabeza y necesitaba relajarse, y más después de un viaje de 20 años luz sin salto.

Iría a la fiesta, y aquel pensamiento lo agitó más que los momentos antes del despegue de su nave-burbuja hacia el espacio exterior.

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La casa de Mirabelle...

Se conocían desde que eran pequeños y solamente había ido allí en sus cumpleaños. Él se había convertido en el piloto más famoso del planeta y en alguien muy conocido a lo largo de toda la galaxia por su edad prematura en esos viajes siempre peligrosos. Tenía 25 años, la misma edad que ella, y siempre le había fascinado volar, desde muy pequeño. Su madre había sido ingeniera de naves y había mejorado las naves-burbuja para hacerlas más estables y seguras en el espacio. Su padre había sido piloto de naves de carga, pero solamente hacia planetas cercanos y con tecnología avanzada. Obviamente, nunca había viajado a la Tierra más que unas pocas veces y por simple curiosidad. Ariol no era un pueblo demasiado avanzado, pero era un ejemplo en cuanto a construcción de naves. Habían sido los primeros en inventar naves que fueran más rapidas que la luz para no tener que dar los siempre peligrosísimos saltos con agujeros de gusano. Se sentía un privilegiado por poder pilotar aquella nave.

Pese a todo ello, cuando todo se reducía a relaciones interpersonales y, sobretodo, con las chicas, era un auténtico fracaso. De hecho, nunca había tenido una relación estable con una mujer, y tan solo pensarlo le atormentaba. Eran unos seres tan extraños las mujeres...Eran más extrañas que los habitantes ciclopeos del sistema planetario de Sirius.
Y Mirabelle era una de aquellas chicas indomables de las que abundaban, y mucho, en muchas zonas rurales del planeta en dónde las antiguas religiones matriarcales aún tenían mucho peso. Desde pequeña había sido siempre la primera en todas las materias de la escuela y siempre se burlaba de Rel por eso. Pero era una buena chica y siempre estaba allí cuando se la necesitaba. La primera vez que empezó a salir con un chico, recuerda que siempre lo besaba ante él para darle envidia. ¿Por qué haría eso? Sí, eran muy extrañas, y totalmente incomprensibles. Y esa misma pauta se repetía alrededor de toda la Galaxia.

Llegó a su casa y dentro ya se oía música folk típica de la capital de Ariol, compuesta por una especie de arpas bastante rudimentarias y tambores. Le gustaba aquella música, pero si tenían un reproductor para música terrestre sería mucho, pero que mucho mejor.
Tocó a la puerta con gran nerviosismo tratando de peinarse sus cabellos color caoba lo mejor que pudo. Bajo su brazo llevaba una veintena de chips, gran parte con música del planeta Tierra grabado en ellos. Por fín Mirabelle abrió la puerta y su rostro le pareció nuevo, casi irreconocible. Se había maquillado de forma bastante sencilla con tenues y sutiles colores rojizos el rostro y los labios de un granate muy oscuro. Estaba realmente bella. El joven tragó saliva y, la besó en la muñeca, como era costumbre en casi todo el planeta.

-Creía que ya no vendrías. ¡Estaba empezando a ponerme furiosa! - le guiñó un ojo y, cogiéndole la mano, le exhortó a entrar a toda prisa. Echó una agitada mirada alrededor de la habitación para invitados y, ante su sorpresa, no vió a absolutamente nadie. Entonces, se acomodaron en el suelo, sobre unos cómodos y cálidos cojines mientras en unos pequeños altavoces envolventes se escuchaban unos alegres y desenfadados acordes de las arpas de Ariol.

-Creía que me habías traído a una fiesta, Mirabelle. ¿Están por llegar aún?

-No seas necio - la joven agarró una bonita botella transparente con forma ovalada y bebió de ella con gran naturalidad. Luego lo miró a los ojos con intensidad, encogiéndose ligeramente de hombros - Sabía que si te decía de venir a mi casa así por las buenas no vendrías. Te conozco.

-Cierto - miró hacia otro lado, agitado.

-No te preocupes - se levantó y fue en busca de un libro que se encontraba en una enorme estantería. Lo recogió con gran resolución y se lo lanzó a los pies de Rel, sentándose de nuevo - No te voy a violar ni nada parecido, aunque no te negaré que sigues fascinándome a pesar de ser un memo y un insconsciente. Aquí tienes algo que me he encontrado esta tarde en la biblioteca. Como estas en las nubes, seguramente ni habías reparado en él.

El libro rezaba "Canción de la Nueva Tierra". Rel abrió los ojos, sorprendido, y alargó sus dedos hacia él, hipnotizado ante aquel sugerente título. En su portada se movían, a velocidades de vértigo, unas gigantescas naves que huían del planeta Tierra. Hojeó durante un rato aquel pesado volumen y luego alzó los ojos en busca de la traviesa mirada de la chica.

-Es una compilación de leyendas, cuentos y poemas humanos, miles de años atrás de la era en la que se encuentran los humanos actualmente. Sinceramente, no me dice gran cosa. Solamente me baso en hechos comprobables. ¿Acaso pretendes reirte de mí, como de costumbre? Es inconcebible que con la tecnología que poseían miles de años atrás pudieran viajar a otros lugares del Universo. De leyendas absurdas la Galaxia está plagada.

Mirabelle suspiró profundamente y le arrebató el libro de las manos al joven con cierta violencia. Giró algunas páginas del libro hasta encontrar, por fín, el pasaje que estaba buscando. Entonces, carraspeó con fuerza y empezó a recitar un poema.

"Los carros alados llegaron
con formas de grandes arañas
de hierro ígneo,
¡Oh, bendito creador!
Hacia las estrellas
me encaminaré al fín
con mis hermanos.

Adiós montañas
Adiós valles y bosques
Adiós bestias que los pueblan.
Adiós a los que tanto amé.

Buscadme con vuestras miradas
en las estrellas,
ahí una nueva casa erigiré
como antaño.

De vuelta a mi hogar"

-Parece mentira que una chica que estudia metafísica le de más crédito a unas cuentos que un soñador como tú. ¿Acaso no sabes leer entre líneas? Y no solamente en este poema, sinó en...

-Mirabelle, la Galaxia está explorada por completo y no hay indicio de humanos en otros planetas. Eso són historias repletas de metáforas e imaginación - la miró con sus ojos azul-púrpura con incredulidad - Aquí también tenemos de estas. Fue el producto de la inspiración de algún cuenta-cuentos fascinado por el brillo de las estrellas en el cielo, eso es todo.

Mirabelle giró unas cuentas páginas más y prosiguió con su apasionada lectura.

-"Horus descendió en un halo de luz
desde la distante Sirio
en dónde hay campos
eternamente florecidos,
había adoptado forma humana
y en su mensaje había esperanza
de otros porvenires mejores.
Tendió su mano amistosamente
y su divinidad resplandeció
hasta que el Nilo brilló
como plata fundida.
Algunos le tendieron sus manos
y con él ascendieron
para jamás regresar:
los elegidos de Horus"

-Sirio contiene un sistema planetario desierto y no contiene vida alguna - sin embargo, una sensación de extraña inquietud empezaba a invadir el corazón de Rel mientras observaba los encendidos ojos rojiverdes de la joven - ¿Acaso me estás sugiriendo que viaje a Sirio para investigar sobre una posible humanidad perdida desde hace miles o millones de años? - se rascó la cabeza, pensativo - Reconozco que no es imposible que esto sucediera, pero no tenemos pruebas y...buf...estoy empezando a marearme con tantas historias enigmáticas.

-Yo no te he sugerido nada - se estiró, aburrida, Mirabelle - Pero sinceramente no es descabellado pensar que una civilización pudiera emigrar de la Tierra en tiempos ancestrales por cualquier razón. Es científicamente posible. A mí me importa un comino si existen o no, pero sé que tu estás loco por este planeta. Te he hecho un favor y no te recomiendo que lo desdeñes de esta forma.

Rel rebuscó en su pequeña bolsa y encontró un chip que había grabado en una de sus largas estancias en el Planeta Azul. Se levantó sin decirle nada a la anfitriona y se dirigió hacia el reproductor de música. Cambió el chip de la música folk de Ariol y la cambió por aquel chip. ¡Sí! ¡Era un reproductor compatible con música terrícola! Empezaron entonces a escucharse los primeros acordes de "Let there be light" de un músico llamado Mike Oldfield. Mirabelle, que al principio se mostró muy molesta por la actitud de Rel, se quedó con los ojos abiertos y en silencio, algo muy extraño en ella. Era una música tan evocadora, una música tan perfecta, un fluído que danzaba en armonía con todo lo que la rodeaba. Se acercó con lentitud a Rel y sus ojos empezaron a brillarle con lo que parecía eran unas lágrimas emocionadas. Nunca la había visto así.

-¿De...de donde has sacado esta maravilla? Estoy...flotando.

Rel sonrió, satisfecho, con los ojos cerrados.

-Quizá tengas razón. Escuchando "Songs of distant Earth" me es más fácil imaginar estas fábulas que me acabas de relatar - abrió sus ojos, que ya brillaban con una fuerte convicción en sus pupilas - Mirabelle - la agarró por los hombros, con fuerza - Ven conmigo. Jamás había pensado en nadie que me acompañara. Me daba miedo y creía que no era bueno estar expuesto a gente ajena a mi sed de aventuras. Pero quizá has abierto mi mente a algo nuevo. Ven conmigo a descubrir la Tierra Distante - sonrió, con dulzura.

Mirabelle le acarició suavemente las mejillas, absorta aún en la música del músico de Reading.

-En condiciones normales me negaría, pero...no sé qué me está pasando. De veras que un deseo irrefrenable de aventuras me está invadiendo por primera vez desde... - se quedó pensativa, con ojos alejados del sitio en qué estaban - Si te digo la verdad, desde que leí estas poesías, he estado deseándolo con todo mi ser, Rel. Es...es muy raro.

-Quizá si descubriéramos la humanidad perdida, entenderíamos cómo cambiar el Planeta Azul sin necesidad de navegar por otras dimensiones. Mañana. Mañana debemos partir hacia Sirio. Estoy harto de pedir permiso para marcharme. Nos iremos sin una misión concreta, sin ninguna autorización, Mirabelle - hizo una pausa y acercó su rostro al suyo hasta que casi estuvieron al tocar uno del otro - Gracias por lo que acabas de hacer por mí.

Mirabelle, que parecía haber cambiado el rol con Rel teniendo las mejillas hinchadas de la vergüenza, pareció despertar del letargo al que le había sumido aquella música celestial, sin duda la mejor música que jamás había escuchado.

-¡Estás como una regadera! ¡Te acabo de decir que no deseo irme a una aventura sin garantías hacia el espacio! Además tengo mejores cosas que hacer... - se limpió el sudor de la frente, totalmente fuera de sí - ¡Fu...fuera de mi casa, y llévate este maldito libro! Estoy muy bien en Ariol. Además, no me apetece irme con un idiota a los confines de un sistema planetario desierto en busca de lo imposible - mientras su voz resonaba irascible entre las cuatro paredes de la sala de invitados, en el reproductor se escuchaba "Lament for Atlantis". Rel, conmocionado por todo lo que había pasado, se marchó de la casa turbado y sintiéndose culpable por haber abierto aquella extraña brecha entre ellos dos, una brecha que entre los dos amigos jamás se había producido, y sintió como qué nunca volvería a ser lo mismo la relación entre los dos para bien o para mal.
Mirabelle se tumbó, pensativa y hecha un lío, en el suelo, escuchando los chips de música terrícola que se había olvidado el joven piloto de naves. Una lágrima que no era ni de tristeza ni de alegría recorrió su mejilla derecha hasta quedarle un sabor salado en sus labios.

-Arrastrada, me siento arrastrada por algo desconocido. Y no sé qué es...

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-¡No! ¡Te repito que no estoy con otro! ¡Él me miraba y yo le sonreí una vez! ¿Y?... Oh claro, resulta que sonriéndole a alguien ya te lo estás follando, por supuesto...Ni se te ocurra venir a mi casa a estas horas, no solamente mis padres te matarían sino que yo les ayudaría... - Miriabelle estaba conectada al aparato de pensamiento directo con su novio, el cual vivía también en la gran capital, a varias manzanas de allí. La había llamado a las 3 de la madrugada - Oh sí, tú eres buenísimo en la cama, Loren. Seguro que lo vas pregonando por ahí, fantasma empedernido...¿Que tengo suerte de ser tu novia? ¡Estás todo el día encima mía como si fuera una cría, y constantemente diciéndome lo que tengo que hacer y lo que tengo que decir!...¿Que es normal porque no pienso las consecuencias de mis actos? Mira quién fue a hablar...No, mañana no quedamos, estoy harta de toda esta comedia, Loren, ¡Harta! ¡Vete al cuerno!

Miriabelle se desconectó del aparato de pensamiento directo y se tumbó en su cama, cansada de tener una discusión con aquel hombre día sí y día también. Habían llegado las vacaciones y Loren seguía recriminándole cosas. Tenía una forma de pensar meticulosa y fría y, para con ella, creía tener siempre la razón. Que si tenían que hacer vida de novios, que si debían estar casi siempre juntos, pensar en casarse, tener hijos, todo normal, que si lo otro también normal...¡Estaba harta de escuchar esa palabra! ¿Qué significaba normal? Recordaba cómo le había conocido: en una fiesta que organizaba su facultad de metafísica. Era uno de los alumnos más brillantes de la universidad y la había cegado con su porte tranquilo y caballeresco. Era guapo, amable e inteligente. Lo tenía todo. Todo hasta que había empezado a salir con él.

Salió de casa con el cuerpo temblándole de nervios y de rabia, dirigiendo su mirada hacia la moto antigravitatoria que tenía aparcada delante suya. Se subió en ella y la encendió propulsando un botón y pensando la clave secreta. Sí, iría a dar una vuelta al sitio de siempre. Hoy dudaba mucho que pudiera dormir. Hacía bastante calor y Loren la había hecho sentirse culpable de nuevo, aunque se hiciera la fuerte ante él.
Arrancó la moto y, con gran velocidad, se escabuyó con ligereza sobre el gran lago que rodeaba la ciudad y ahora estaba cubierto por las miles de estrellas tintineantes que se reflejaban desde el cielo dirigiéndose hacia los grandes bosques en dónde se hallaba, entre otras cosas, la base espacial. La base espacial secreta...

De repente tuvo una corazonada. Una sensación muy extraña, parecida a la que había tenido el día que Rel se marchó de su casa.

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Hacía años que conducía por aquellos bosques que separaban los pueblos del interior con la gran capital y se sabía todos los caminos casi de memoria. Normalmente, a aquellas horas de madrugada, conducía con gran lentitud, tratando de serenarse y contemplando y escuchando la naturaleza nocturna que la rodeaba. Pero aquella noche sentía una emergencia en su pecho que la obligaba a seguir hacia adelante lo más rápido que ella podía.
Conocía unos caminos que llevaban a la Base Espacial Secreta, que se denominaba así por su complicado acceso y por su impermeabilidad, no porque la gente no supiera de su ubicación.
Justo cuando estaba segura de estar en las inmediaciones de la Base, un estruendo de voces amenazantes se alzó por el aire, arrastradas por el débil viento que soplaba aquella madrugada. Las voces lo siguieron una gran explosión sobre su cabeza, tan fuerte que le hizo zozobrar sobre la moto. Frenó en seco.

-¿Qué demonios ha sido...?

Sin que le diera tiempo a reaccionar ante aquella explosión, sin tiempo a mirar hacia arriba entre los árboles, una especie de fuerza asfixiante la apretó y la ascendió en un abrir y cerrar de ojos, sin notar apenas la elevación. Se encontraba, como por arte de magia, en el interior de una nave y rodeada por millones de estrellas. Ante ella había una figura familiar que tenía posada una mano sobre un tablero de infrarrojos. Se giró y la sonrió con amabilidad.

¡Era Rel!

-¡¿Qué...qué significa todo esto?! ¡¿Me has secuestrado?!

El joven, que al parecer ya había calculado las coordenadas de viaje de la nave, se acercó con tranquilidad hacia dónde estaba la chica caída de bruces y con los ojos extremadamente abiertos por la sorpresa.
La ayudó a levantarse.

-Mmmmmh - Rel se puso una mano en la barbilla - Pues tecnicamente sí. Se podría considerar un secuestro.

Miriabelle iba a enfadarse una vez más con el muchacho, y esta vez no sin poca razón, pero aquella situación la tenía mareada y descompuesta.

-Dime que no has robado una nave y has salido de Ariol sin la autorización gubernamental.

-No solo la he robado, sinó que les he lanzado dardos sedantes a unos cuantos guardianes que custodiaban la zona norte de la base. Soy un convicto y he pensado que necesitaría una cómplice en todo esto. ¿O creías que era tan ingenuo?

Miriabelle pareció, después de algunos segundos aún titubeantes, recobrar el dominio sobre sí misma y se dirigió hacia él con una mirada más que amenazante.

-¡Devuélveme ahora mismo a Ariol! ¡Ahora mismo o atente a las consecuencias! - gritó con violencia y echando una breve mirada a la pantalla de mando.

El joven se encogió de hombros y sonrió confiado, como si se esperara aquella reacción.

-Verás, ahora mismo tú también eres una convicta. Ya me las he arreglado para que no hubiera ningún testigo para presenciar ese "secuestro" como tú le llamas. Aunque yo soy de la creencia que te estabas muriendo de ganas de salir del planeta, o, como mínimo, de vivir una aventura.

-¡Las aventuras las elijo yo solita, niño, no necesito que nadie me las imponga a la fuerza! - le zarandeó con fuerza, haciendo que Rel cayera sobre la pantalla de mando y la nave zozobrara ligeramente.

-Si sigues así tendré que inmovilizarte. Desde pequeño has estado jugando con mis sentimientos y riéndote de mí. Ahora me toca a mí jugar y con la convicción de qué para nada estoy equivocado. Tú misma abriste la caja de los truenos - abrió un cajón de metal y sacó el libro sobre "Canción de la Nueva Tierra", aquel que ella misma le había dejado.

-¡No voy a permitir que me lleves a la fuerza a dónde tú quieras! ¡Dame los mandos! - forcejeó con él en busca de la pantalla - ¡Volveremos a Ariol, aún estamos a tiempo!

-No sabes conducir, esto para empezar, y en un minuto voy a crear un agujero de gusano para salir del Sistema y asegurarnos de quedar bien lejos de las naves de reconocimiento. Unas cuantas nos están siguiendo desde que hemos salido del planeta y nos pisan los talones. Han cogido las naves más veloces que tienen. Míralo, aparecen en la pantalla - señaló con el dedo el mapa galáctico, enseñándole unos puntos azules que se acercaban lentamente hacia ellos - Están a tan sólo 10 U.A* de aquí.

Sin previo aviso, Miriabelle se combó hacia una de sus botas y sacó de ellas un pequeño pero mortífero cuchillo de energía capaz de cortar materiales más resistentes que el acero. Se lo colocó en el cuello de Rel.

-Da la vuelta y entrégate.

Rel se rió sin perder la calma un sólo momento, solo que con los ojos algo abiertos por la repentina acción de la joven.

-¿Y si no lo hago? ¿Me matarás?

Miriabelle se quedó en silencio, resoplando con nerviosismo y manteniendo el cuchillo en su cuello, llena de temblores.

-Yo...

La fuerza que sintieron en aquel momento es difícil de describir, pero fue como si alguien les hubiera lanzado una red gigantesca a la nave y hubiera tirado con una fuerza de millones de toneladas hacia atrás. Ambos cayeron al suelo, conmocionados, mareados.
Pronto Rel se levantó con todas sus fuerzas, balanceándose así como podía. Notó un dolor intenso, insoportable, en su hombro derecho. Se palpó y se miró la mano.

Sangre, mucha sangre.

Mirabelle le estaba abrazando, y lloraba, desconsolada.

-¡Rel! ¡Rel! ¡Yo...yo no quería!

Mirabelle, con la sacudida, le había apuñalado en el hombro.

-Ahora no es momento de lamentarse - dijo con voz entrecortada el joven - Nos acaban de lanzar un relentizador para poder alcanzarnos más facilmente. Se ve que - tosió, y antes de seguir hablando, se quitó la camisa y se practicó un torniquete en la herida - Ufff, qué dolor...haz el maldito favor de tirar ese cuchillo antes que me mates - la agarró por los brazos, con fuerza - ¡Maldita sea, Mirabelle! Si de verdad me has amado alguna vez haz el favor de hacer lo que te diga, aunque sea por una vez en tu vida.

La joven miró al suelo.

-Yo no quería hacerte daño, yo solamente...

Rel le propinó un sonoro puñetazo que la tumbó al suelo.

-Pues ale, ahí tienes mi respuesta. Ya estamos en paz, ¿de acuerdo? Y ahora haz el favor, si no quieres pasar el resto de tu vida en prisión, de crear un agujero de gusano - tosió de nuevo - Ufff, me estoy mareando. En...debajo del panel hay otro panel de instrucciones que te indica como hacerlo paso a paso...todo me da vueltas...

-¡Rel! - la joven lo observó de nuevo. Había perdido muchísima sangre y ahora estaba tumbado sobre un pequeño charco de color oscuro - Haré...haré lo que me dices pero por favor, aguanta...

Rel ya no contestaba. Había perdido el conocimiento. Mirabelle gritó y siguió llorando. Se sentía abandonada, sola en aquel inmenso espacio y, amenazada por las naves que les perseguían, se había quedado paralizada, en estado de shock.

-Agujeros de gusano...tengo que sacarlo de aquí pero...si volvemos atrás quizá puedan curarlo...

Una ruidosa interferencia se coló por la transmisión de la nave, haciendo que Mirabelle se tuviera que tapar los oídos. Era un pitido insoportable. Al fín, una voz masculina y autoritaria se alzó, acallando la interferencia.

-Ya se conocen vuestras identidades, Rel y Mirabelle. Os ordenamos que detengais la nave so pena grave de cárcel. Repito: detened la nave ahora mismo o ateneos a las consecuencias.

-
Rel...Rel está herido, ha perdido mucha sangre - dijo Mirabelle, con la voz temblorosa, mirando de reojo al joven que aún estaba tendido en el suelo, inconsciente.

-Señorita, no está autorizada para decir nada. Detengan la nave ahora mismo.

Mirabelle dió un puñetazo sobre el panel, sintiendo cómo la sangre le subía hacia las sienes.

-¡Maldita sea, se está muriendo! ¿No diréis nada a eso? ¡Es vuestro mejor piloto! Solamente...ha cometido un error.

Detened la nave inmediatamente!

¿Debía cumplir los deseos de Rel de abrir un agujero de gusano hacia el sistema de Sirio arriesgando la vida del joven, o por lo contrario debían entregarse e ir a la cárcel pero sabiendo que Rel podría sobrevivir?

Miró al suelo, conmocionada, sin saber qué hacer y, de repente, vió una agenda electrónica justo a sus pies. La alzó, haciendo caso omiso a las amenazas de aquella voz la cual de cada vez era más violenta y persuasiva, y la encendió, empezando a leer sus contenidos desde el principio. Se quedó petrificada con lo que leyó.

- Nunca antes había dado crédito a una posible emigración humana hasta que, aquel maravilloso día, Mirabelle me leyó unos extractos del libro "Canción de la nueva Tierra" y al principio fuí reacio a creerme todo lo que me había dicho. La verdad es que hasta aquél momento nunca había confiado en ella. Desde pequeños siempre me tomaba el pelo y nunca se tomó en serio mis ganas de aventuras y, ni siquiera, mi vocación como piloto.

De nuevo sintió una ráfaga violenta que hizo tambalear la nave hacia atrás, frenándola a una velocidad de vértigo. Tenía que tomar una decisión, deprisa, pero quería leer un poco más. Había algo dentro de ella que la exhortaba a seguir leyendo a pesar de aquella situación tan extrema.

Fui a la Biblioteca y allí encontré algunas cosas muy reveladoras sobre el planeta Tierra que parecían confirmar gran parte de las leyendas de las que hablaba aquel libro que yo antes había creído de fantasía. Descubrí que en el planeta Siru, situado a escasos 10 años luz de la región de Sirio, se hablaba de un misterioso planeta escondido en esa misma región, pero por mucho que habían explorado aquella zona, jamás habían encontrado señal alguna de vida inteligente. ¿Por qué entonces existía una leyenda parecida a la que existe en el planeta Tierra sobre esos supuestos emigrantes humanos? ¿Se habían extinguido? O quizá...

Esta noche voy a robar la nave interdimensional. Siento miedo y tristeza, pues no sé si me habré vuelto loco de tanto pensar en ello, pero por otra parte siento que es el viaje más excitante que he hecho y haré en toda mi vida. Me gustaría tanto que Mirabelle me acompañara...

Una lágrima resbaló por la mejilla de Mirabelle y, sin apenas darse cuenta, ya estaba leyendo las instrucciones de cómo abrir un agujero de gusano. No era complicado. Sí, era fácil, muy fácil. Para ella, como metafísica, era casi intuitivo. Activó la pantalla para la creación de agujeros y, con alegría, comprobó que la ruta ya había sido fijada a través del espacio-tiempo. Era una estrecha y corta brecha que les harían viajar en un instante a través de 35 años luz.

-
¡Estais rodeados! ¡Detened la nave inmediatamente o tendremos que emplear la fuerza!

La joven pulsó el botón de réplica, con tanta fuerza que casi lo rompió.

-¡Iros a tomar por el culo! ¡Jamás nos atraparéis! - forzó una sonrisa maléfica y, en pocos segundos, activó el procedimiento para la apertura de un agujero de gusano. La nave tembló con fuerza y, de ella, surgieron un centenar de tubos gigantescos que miraban todos en la misma dirección. Otra combinación de números más fue suficiente para activar la enormísima cantidad de energía necesaria para abrir una brecha en el espacio-tiempo. Mediante unos grandes paneles, la matería oscura presente siempre en grandes cantidades por todo el espacio, fue absorbida por la nave para adquirir los billones de vatios de energía necesarios para el Salto.

En poco más de un minuto, justo cuando el radar señalaba que decenas de naves de Ariol se acercaban a gran velocidad hacia ellos, se había creado un pequeño agujero en el espacio, justo enfrente de la nave. La fuerza monumental del agujero los absorbió, como si algo hubiera tirado de ellos violentamente hacia su interior.

Mirabelle también perdió el conocimiento.

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Thursday, July 2, 2009

Ho sé

El temps és una dreçera
cap uns límits que no volem
reconéixer.
I es que Infinit
és el que sentim
més enllà de les passions
amb les que voldria lligar-te
per sempre més.

¿Existeixen aquests límits?
Quan et miro als ulls
plens d'històries
capaçes d'esborrar
tots els meus altars,
sé que hi ha quelcom
d'etern
al teu rostre besat
pels oceans.

Al roure de la vida
he dibuixat un cercle
on nostres llurs cors
s'entrellaçen sense límits,
on les nostres forçes
que dibuixen les melodies
de la nostra vida,
fan l'amor quan el Sol
es pon.

Les paraules són bromes
em fan riure,
perquè jo et miro
i es increible perquè
sé que tot es una comèdia
un ball de màscares
per evitar que els nostres
horitzons
tan diferents
tan llunyans
es trobin,
es trobin sense cap
lligam.

Sense cap frontera
on plantar una bandera,
una espiral on tots dos
caiem sense sebre on
junts.
Sense cap edat
jugant a amagar-nos,
sé que et trobaré.

Ho sé.

http://www.goear.com/listen/64f01b1/At-the-forest-fountain-Andreas-Vollenweider