Friday, July 31, 2009

Broken mirror

At last I came back
from the aftermarth
and everything turned out
to be a broken mirror.

Let's begin the exile
within myself
without leaving
anything back
anymore.

Y es Otoño

Destierra las ausencias
bajo un manto de hojas
ya secas por el tiempo.

No llores, no ahora.

Alza los ojos
y observa el árbol
cómo florece.

Y es Otoño...

Thursday, July 30, 2009

Odisseia

Odisseia

Oscur oceà
encara gat
de la posta de Sol.
¡Oh! ¡Deixa que els estels
siguin la música i l'embraç
que el meu cor desitja!
Llunyans i plens de goig
inexplicable,
de silencis sagrats.

Seré el navegant que,
de port en port,
va a la recerca
de nous horitzons
colorejats amb llibertat
pel meu passat.

¡Odisseia benvinguda,
ara sóc un Ulisses renascut
en les aigues plenes
de monstres i fades!
Escoltaré les cançons oblidades
i les convertiré
en la bandera de la llibertat
en la vara mágica
que ho fa tot possible.

¡Oh! Deixa que l'estel polar
em faci companyia
junt amb l'estimada
junt amb els meus germans.

Gotas / Ball

Gotas

Las lágrimas ahora tiñen mis ojos
són como enredaderas de agua
como las cuerdas de un arpa
plateada.
Todos nos damos la mano
en una danza eterna
de dolor y soledad
de alegría y esperanza.

Estos momentos en que flotamos
bajo tormentas interminables
que riegan la oscuridad
de preciosa y fascinante
brutalidad.
Y en ocasiones
surgiendo del caos
aparece una convicción:
unas gotas mágicas
caen en algún sitio
quizás cerca
quizás inalcanzables.

Pero caen
y las oímos claras
y nos transforman
nos serenan
y ya se dibuja una sonrisa
de un corazón que navega
dispuesto a alcanzar
lo inalcanzable.

¿Caen desde los robles?
¿Caen desde otras
dimensiones?
¿Beberemos alguna vez
y nos saciaremos por fín?
Y así nuestro viaje empezó
y ya no quisimos volver
atrás.

Ball

Arriba un altre cop
com una forta marejada
em golpeja, em fa vibrar
fluïnt entre la terra i la mar.
Convençut un altre cop
quan ja em creia
que res em podria
convènçer de nou.
Convençut de sentir-me
viu.

Amb força reneix la llum
esmeralda dels boscos:
una flor oberta per mí
i per la meva estimada
cap un camí obert
des de la freda pedra
fins noves veus i sentiments
on puguin els somnis podrits
tornar a reverdir.

Una ona freda i cruel
m'endinsa dins la mar.
Em vol matar, sense miraments.

Guany la batalla.

I després ploro per un amic
mentre oblit la meva llibertat,
i me n'adono que el temps
es com una amant
a qui hem de fer l'amor
lentament, saborejant
cada instant.

Un vals de noves fogueres
enceses al meu voltant,
un altre pic convençut
que viure
és un ball.

Friday, July 17, 2009

Los viajes de Rel

-Los humanos siempre encuentran cualquier excusa para enfrentarse entre ellos. Tienen una especie de impulso suicida que les arde dentro. No hay nada que hacer.

La nave-burbuja del ser que acababa de murmurar aquellas palabras se había quedado estacionada a varios miles de kilómetros sobre un país-región del planeta Tierra llamado Kachemira. En aquel mismo momento unos aviones tiraban bombas de racimo sobre grandes extensiones de terreno mientras cientos de tanques avanzaban destrozando casas y cultivos.

-Bien, voy a descender al Océano y me vuelvo al espacio. Con lo precioso que es este planeta y tener que encontrarme siempre que vengo con esta vergüenza...

Se llamaba Rel, un habitante de un sistema planetario cercano a la Tierra situado alrededor de la estrella Gliese 581 como la llaman los humanos y Cúrion como la llaman los seres que habitan en dicho planeta. El planeta dónde habitaba se llamaba Ariol, y se encontraba muy cerca de la estrella. La apariencia de Rel no distaba demasiado de la humana, aunque su estatura era algo más baja y sus ojos grandes y con colores más vistosos. Por ejemplo, los ojos de Rel eran violetas y azules a partes iguales. Vestía una sencilla capa granate y mantenía ambas manos sobre un panel para dirigir la nave con sus pensamientos.
Le gustaba la Tierra, y su trabajo dedicado a recorrer la Galaxia para la optención de materias primas raras que no se encontraban en Ariol le permitía aquellos placenteros viajes a distintos planetas. Su favorito, sin duda alguna, era el Planeta Azul, y muchas veces adoptaba la forma humana para pasear por él tranquilamente. Aún así, el comportamiento de muchos humanos le asqueaba...

...¿Cómo era posible que teniendo uno de los planetas más bellos de Spyro (Via Lactea) fueran, muchos de ellos, de naturaleza tan egoísta y violenta? En su planeta no todos eran seres bondadosos, pero aquel impulso auto-destructivo solamente se registraba en aquel planeta.

En una billonésima de segundo, se teletransportó con una velocidad superior a la de la luz hacia el interior de la tierra bajo una zona vacía del océano Pacífico. Al ser una nave que anulaba automáticamente la fuerza de Gravedad mediante anti-gravitones, en un abrir y cerrar de ojos había atravesado la corteza terrestre sin chocar contra ella, obviamente, y se había plantado cerca en el manto superior de la Tierra. Allí, con destreza profesional, recogió con un largo tubo de metal una cantidad ingente de Peridotita ultra-condensada, un material único en aquella zona de la galaxia y necesario para algunas construcciones de su Planeta.

Después de la recolección, otra vez con una velocidad de vértigo, se elevó hasta abandonar el planeta. Nadie en el planeta Tierra, ni siquiera los animales con mayor capacidad sensorial, detectaron un solo movimiento durante todo aquel espacio de tiempo.

Ariol era un planeta muy cercado al planeta azul. Apenas se encontraba a algo más de 20 años luz, así que se podía decir que eran vecinos y por eso los viajes de Rel eran más frecuentes hacia el planeta humano que hacia otros destinos. Por ello no había solicitado al gobierno de Ariol que le prestaran un generador de agujeros de gusano. No era necesario. Su nave era lo suficientemente veloz como para cubrir aquella distancia en solamente una semana. Además, disfrutaba de los viajes por el cosmos y solía hacer visitas a otros planetas que comerciaban con Ariol, planetas con otras razas distintas. Su espíritu viajero y el hecho de ser, aún, soltero (sus padres no dejaban de recordárselo constantemente) le impulsaban a emprender aquellas aventuras. Pero después de ver una nueva guerra en la Tierra, su estado de ánimo no era el idoneo como para seguir trabajando. Le habían dado un mes de margen para conseguir aquel material dándole permiso para deambular un poco a su aire (aún no había una demanda tan grande de Peridotita como para hacer un viaje urgente), pero la melancolía le había invadido. Le solía pasar cada vez que veía a seres humanos matándose entre sí.

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-Rel, ya te dije que podías disfrutar de tu viaje. Eres el mejor piloto del planeta y te lo recompensamos así, ya lo sabes - el sabio supremo de los Ariolianos, que equivaldría en el planeta Tierra a un rey-sacerdote, le daba unas palmadas en la espalda mientras unos técnicos insuflaban la Peridotita en el interior de la desértica tierra de Ariol (para evitar que el material se deteriorara, necesitaba estar en unas condiciones parecidas a la corteza superior terrestre. Cuando se necesitaba, se extraía, así de simple) - Pero bueno, esa es tu decisión y la respeto. Has hecho un trabajo excelente. Vuelve con tu familia.

Las casas de Ariol, a pesar de disponer de una tecnología mareante con respecto a la Tierra, eran sencillas y se autoregulaban energéticamente gracias al aprovechamiento de la energía de la enana roja y la energía eólica. Su casa se encontraba en los pies de un oscuro lago y era redondeada, con lineas armónicas, construída precisamente de Peroditita, el material que había que le había llevado de nuevo al planeta azul.
Llamó a la puerta, con ojos ojerosos y con ganas de tumbarse y de olvidarse de todo. Quería despertarse al día siguiente y volver a empezar y seguir con su optimista y despreocupada vida.

-¡Rel! ¡Hijo mío! ¡Ya...Ya estás aquí!

-Si, he vuelto pronto madre. Ya he terminado el trabajo.

La madre de Rel era un palmo más menuda que él. Iba vestida con una túnica escotada y su sonrisa jovial se reflejaba en un rostro risueño y redondeado de mejillas sonrosadas. Sus ojos verdinegros brillaban con emoción al ver de vuelta a su viajero hijo.

Rel le dió dos besos de compromiso y se introdujo en la pequeña pero confortable casa, hogar de la família de Rel. Negó las continuadas tentativas de ella para que comiera algo, pues sin duda se sentiría cansado. Saludo a su padre y a su hermana y, acto seguido, fingiendo que necesitaba dormir cuando lo que más necesitaba era pensar y relajarse, se dirigió hacia su habitación a través del patio central de la casa que en aquel momento brillaba con un agradable color rojizo de la pequeña estrella Cúrion. Mirla le esperaba sobre la cama, tumbada y ronroneando. Era muy parecido a un gato humano, de hecho muchas de las especies presentes en el planeta Tierra habían evolucionado de una forma bastante parecida como era común en la mayoría de planetas habitados de la Galaxia. Lo único que lo diferenciaba es que Mirla no tenía bigotes y un ocico más pronunciado.

Rel se tumbó a su lado y entrecruzó sus brazos tras la nuca, observando las fotos dinámicas que se movían a lo largo de toda la habitación. Fijó sus ojos en una del planeta Tierra. Aquellos océanos azules cubriendo la mayor parte del planeta, las altas montañas nevadas, aquel Sol enorme y amarillento y aquellos grandes bosques y selvas que el ser humano iba destruyendo paulativamente. Y la música, la música terrícola, su música favorita de toda la galaxia con diferencia. O al menos la que él había podido escuchar. Y sus pinturas, todo su arte. Los odiaba en cierta forma, pero tenían unas cosas tan maravillosas...

-Debo hacer algo por ellos... - se decía, incesantemente - Quizá si preguntara al sabio supremo por esa nueva nave interdimensional...Dijeron que tiene muchos riesgos y que su construcción ha sido un error. Pero no le veo otra salida. ¿Qué opinas, Mirla?

La gata ya se había dormido a su lado, boca arriba, ajena a todo lo que decía.

-¡Jaja! - se froto sus ojos azul-violeta y sonrió con dulzura - Ojalá fuera tan despreocupada como tú. Bueno, siempre lo había sido, pero uno de tanto viajar llega a sentirse agitado constantemente. Ya sabes. Bueno, tú nunca comprenderás eso - bostezó y se tumbó a su lado - Mañana será otro día, pequeña. Aún siento la dura resaca del Viaje. Combar el espacio-tiempo no es algo que se haga todos los días. Bueno...yo sí.

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-¡Hey, Rel!

Mirabelle fue a sentarse dónde estaba él, en uno de los numerosos bancos de piedra que se encontraban ante el Palacio de Arena de Ariol. Siglos atrás, mediante la composición de arena y varios elementos más, habían conseguido erigir aquel enorme y maravilloso edificio que, desde fuera, parecía que iba a derrumbarse de un momento a otro, pues parecía construído exclusivamente de arena. En aquellos momentos Rel leía un libro que hablaba sobre las diferentes dimensiones existentes en el Universo.

-Oh, ¡hola Mirabelle!

-¿Hola Mirabelle? - le dió una colleja al joven - Ni siquiera sabía que habías vuelto de tu viaje. Eres un maleducado y un impresentable. ¿Qué haces leyendo esta bazofia? ¿No te basta con aplanarte los sesos con tus viajes intergalácticos?

La chica venía cargada con varios libros desde la biblioteca. Lo miró con sus apasionados ojos rojiverdes, brillando con gran enfado, mientras su larga cabellera rojiza se combaba con el viento.

-Perdona, es que ya sabes. Los viajes de este tipo me dejan confundido durante varios días. Es normal. Perdona por no avisar.

-¿Confundido? - se echó hacia atrás y rió - ¡Tú siempre estás confundido, Rel! No me cuentes historias.

-Ehm... - Rel miró hacia otro lado, avergonzado y buscó huir de aquel tema de conversación - ¿Cómo te va tu nueva vida universitaria en la capital? ¿Te ha costado adaptarte?

-Nah... - la joven dejó los libros a su lado sobre el banco y cruzó sus esbeltas y desnudas piernas. Se enjugó el sudor que le invadía la frente con un pañuelo y luego se lo pasó por el canalillo. Suspiró, con los ojos cerrados. Parecía cansada - No hago más que estudiar, últimamente. Ya sabes de la dificultad de las últimas teorías metafísicas aparecidas en los últimos años. Casi cada día surge algo nuevo y se añade a otra lista de nuevos problemas a resolver y claro, especializarse en algo de cada día es más complicado. Eso que estás leyendo tú es una pérdida de tiempo. Las dimensiones que salen del mundo microscópico són simples ilusiones.

-Yo no lo creo así. La máquina que ha creado el gobierno...

-¡Esto ha sido un rotundo fracaso! - le interrumpió con fuerza Mirabelle con un tono algo despectivo - Deja a las otras dimensiones en paz y dedícate a vivir en la tuya. Que bien falta te hace. Estuve tirándote los tejos durante dos años seguidos y tú ni te enteraste. Menudo lerdo...

-Verás, a mi me gusta que me digan las cosas tal cómo són. No me gusta tener que estar constantemente descifrando mensajes ocultos. Ya me basta con tener que aprender idiomas de otros planetas todos los días, a cual más difícil. Y ya ni te digo las civilizaciones que solamente usan mensajes cifrados para comunicarse...

-Todos los hombres sois iguales, seais del planeta que seais. Qué cruz...debería hacerme lesbiana. Sí, debería probarlo - hizo una pausa y se fijó en otro libro que llevaba Rel bajo el brazo, disimulado. Lo leyó en voz alta - Mmmh, veamos..."Enigmas del planeta Tierra". Ya veo. Vuelves a tener otra cruzada en mente. Esta vez en tu amada Tierra. Sí, precisamente por eso me gustas tanto...pero a veces te daría una paliza.

-Lo sé - sonrió Rel, parpadeando con sus grandes ojos, mirando al suelo - Mira, al menos no te aburres conmigo. Y yo tampoco contigo, porque estás como una regadera.

Mirabelle se lanzó al cuello de Rel y le dió un sonoro beso en su mejilla.

-¡Qué tierno! Esta noche vente a una fiesta en mi casa. Quiero divertirme contigo antes que te mates en uno de esos viajes tuyos.

Se levantó, le guiñó un ojo y se fue, moviendo sus caderas con una gracia natural. Rel sintió que el corazón se le aceleraba y, de repente, le dieron ganas de seguirla y de tomarla ahí mismo. Y besarla. Pero desistió. Mirabelle era así. En un segundo pasaba de odiarla a amarla. Quizá tenía razón. Tenía demasiados pájaros en la cabeza y necesitaba relajarse, y más después de un viaje de 20 años luz sin salto.

Iría a la fiesta, y aquel pensamiento lo agitó más que los momentos antes del despegue de su nave-burbuja hacia el espacio exterior.

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La casa de Mirabelle...

Se conocían desde que eran pequeños y solamente había ido allí en sus cumpleaños. Él se había convertido en el piloto más famoso del planeta y en alguien muy conocido a lo largo de toda la galaxia por su edad prematura en esos viajes siempre peligrosos. Tenía 25 años, la misma edad que ella, y siempre le había fascinado volar, desde muy pequeño. Su madre había sido ingeniera de naves y había mejorado las naves-burbuja para hacerlas más estables y seguras en el espacio. Su padre había sido piloto de naves de carga, pero solamente hacia planetas cercanos y con tecnología avanzada. Obviamente, nunca había viajado a la Tierra más que unas pocas veces y por simple curiosidad. Ariol no era un pueblo demasiado avanzado, pero era un ejemplo en cuanto a construcción de naves. Habían sido los primeros en inventar naves que fueran más rapidas que la luz para no tener que dar los siempre peligrosísimos saltos con agujeros de gusano. Se sentía un privilegiado por poder pilotar aquella nave.

Pese a todo ello, cuando todo se reducía a relaciones interpersonales y, sobretodo, con las chicas, era un auténtico fracaso. De hecho, nunca había tenido una relación estable con una mujer, y tan solo pensarlo le atormentaba. Eran unos seres tan extraños las mujeres...Eran más extrañas que los habitantes ciclopeos del sistema planetario de Sirius.
Y Mirabelle era una de aquellas chicas indomables de las que abundaban, y mucho, en muchas zonas rurales del planeta en dónde las antiguas religiones matriarcales aún tenían mucho peso. Desde pequeña había sido siempre la primera en todas las materias de la escuela y siempre se burlaba de Rel por eso. Pero era una buena chica y siempre estaba allí cuando se la necesitaba. La primera vez que empezó a salir con un chico, recuerda que siempre lo besaba ante él para darle envidia. ¿Por qué haría eso? Sí, eran muy extrañas, y totalmente incomprensibles. Y esa misma pauta se repetía alrededor de toda la Galaxia.

Llegó a su casa y dentro ya se oía música folk típica de la capital de Ariol, compuesta por una especie de arpas bastante rudimentarias y tambores. Le gustaba aquella música, pero si tenían un reproductor para música terrestre sería mucho, pero que mucho mejor.
Tocó a la puerta con gran nerviosismo tratando de peinarse sus cabellos color caoba lo mejor que pudo. Bajo su brazo llevaba una veintena de chips, gran parte con música del planeta Tierra grabado en ellos. Por fín Mirabelle abrió la puerta y su rostro le pareció nuevo, casi irreconocible. Se había maquillado de forma bastante sencilla con tenues y sutiles colores rojizos el rostro y los labios de un granate muy oscuro. Estaba realmente bella. El joven tragó saliva y, la besó en la muñeca, como era costumbre en casi todo el planeta.

-Creía que ya no vendrías. ¡Estaba empezando a ponerme furiosa! - le guiñó un ojo y, cogiéndole la mano, le exhortó a entrar a toda prisa. Echó una agitada mirada alrededor de la habitación para invitados y, ante su sorpresa, no vió a absolutamente nadie. Entonces, se acomodaron en el suelo, sobre unos cómodos y cálidos cojines mientras en unos pequeños altavoces envolventes se escuchaban unos alegres y desenfadados acordes de las arpas de Ariol.

-Creía que me habías traído a una fiesta, Mirabelle. ¿Están por llegar aún?

-No seas necio - la joven agarró una bonita botella transparente con forma ovalada y bebió de ella con gran naturalidad. Luego lo miró a los ojos con intensidad, encogiéndose ligeramente de hombros - Sabía que si te decía de venir a mi casa así por las buenas no vendrías. Te conozco.

-Cierto - miró hacia otro lado, agitado.

-No te preocupes - se levantó y fue en busca de un libro que se encontraba en una enorme estantería. Lo recogió con gran resolución y se lo lanzó a los pies de Rel, sentándose de nuevo - No te voy a violar ni nada parecido, aunque no te negaré que sigues fascinándome a pesar de ser un memo y un insconsciente. Aquí tienes algo que me he encontrado esta tarde en la biblioteca. Como estas en las nubes, seguramente ni habías reparado en él.

El libro rezaba "Canción de la Nueva Tierra". Rel abrió los ojos, sorprendido, y alargó sus dedos hacia él, hipnotizado ante aquel sugerente título. En su portada se movían, a velocidades de vértigo, unas gigantescas naves que huían del planeta Tierra. Hojeó durante un rato aquel pesado volumen y luego alzó los ojos en busca de la traviesa mirada de la chica.

-Es una compilación de leyendas, cuentos y poemas humanos, miles de años atrás de la era en la que se encuentran los humanos actualmente. Sinceramente, no me dice gran cosa. Solamente me baso en hechos comprobables. ¿Acaso pretendes reirte de mí, como de costumbre? Es inconcebible que con la tecnología que poseían miles de años atrás pudieran viajar a otros lugares del Universo. De leyendas absurdas la Galaxia está plagada.

Mirabelle suspiró profundamente y le arrebató el libro de las manos al joven con cierta violencia. Giró algunas páginas del libro hasta encontrar, por fín, el pasaje que estaba buscando. Entonces, carraspeó con fuerza y empezó a recitar un poema.

"Los carros alados llegaron
con formas de grandes arañas
de hierro ígneo,
¡Oh, bendito creador!
Hacia las estrellas
me encaminaré al fín
con mis hermanos.

Adiós montañas
Adiós valles y bosques
Adiós bestias que los pueblan.
Adiós a los que tanto amé.

Buscadme con vuestras miradas
en las estrellas,
ahí una nueva casa erigiré
como antaño.

De vuelta a mi hogar"

-Parece mentira que una chica que estudia metafísica le de más crédito a unas cuentos que un soñador como tú. ¿Acaso no sabes leer entre líneas? Y no solamente en este poema, sinó en...

-Mirabelle, la Galaxia está explorada por completo y no hay indicio de humanos en otros planetas. Eso són historias repletas de metáforas e imaginación - la miró con sus ojos azul-púrpura con incredulidad - Aquí también tenemos de estas. Fue el producto de la inspiración de algún cuenta-cuentos fascinado por el brillo de las estrellas en el cielo, eso es todo.

Mirabelle giró unas cuentas páginas más y prosiguió con su apasionada lectura.

-"Horus descendió en un halo de luz
desde la distante Sirio
en dónde hay campos
eternamente florecidos,
había adoptado forma humana
y en su mensaje había esperanza
de otros porvenires mejores.
Tendió su mano amistosamente
y su divinidad resplandeció
hasta que el Nilo brilló
como plata fundida.
Algunos le tendieron sus manos
y con él ascendieron
para jamás regresar:
los elegidos de Horus"

-Sirio contiene un sistema planetario desierto y no contiene vida alguna - sin embargo, una sensación de extraña inquietud empezaba a invadir el corazón de Rel mientras observaba los encendidos ojos rojiverdes de la joven - ¿Acaso me estás sugiriendo que viaje a Sirio para investigar sobre una posible humanidad perdida desde hace miles o millones de años? - se rascó la cabeza, pensativo - Reconozco que no es imposible que esto sucediera, pero no tenemos pruebas y...buf...estoy empezando a marearme con tantas historias enigmáticas.

-Yo no te he sugerido nada - se estiró, aburrida, Mirabelle - Pero sinceramente no es descabellado pensar que una civilización pudiera emigrar de la Tierra en tiempos ancestrales por cualquier razón. Es científicamente posible. A mí me importa un comino si existen o no, pero sé que tu estás loco por este planeta. Te he hecho un favor y no te recomiendo que lo desdeñes de esta forma.

Rel rebuscó en su pequeña bolsa y encontró un chip que había grabado en una de sus largas estancias en el Planeta Azul. Se levantó sin decirle nada a la anfitriona y se dirigió hacia el reproductor de música. Cambió el chip de la música folk de Ariol y la cambió por aquel chip. ¡Sí! ¡Era un reproductor compatible con música terrícola! Empezaron entonces a escucharse los primeros acordes de "Let there be light" de un músico llamado Mike Oldfield. Mirabelle, que al principio se mostró muy molesta por la actitud de Rel, se quedó con los ojos abiertos y en silencio, algo muy extraño en ella. Era una música tan evocadora, una música tan perfecta, un fluído que danzaba en armonía con todo lo que la rodeaba. Se acercó con lentitud a Rel y sus ojos empezaron a brillarle con lo que parecía eran unas lágrimas emocionadas. Nunca la había visto así.

-¿De...de donde has sacado esta maravilla? Estoy...flotando.

Rel sonrió, satisfecho, con los ojos cerrados.

-Quizá tengas razón. Escuchando "Songs of distant Earth" me es más fácil imaginar estas fábulas que me acabas de relatar - abrió sus ojos, que ya brillaban con una fuerte convicción en sus pupilas - Mirabelle - la agarró por los hombros, con fuerza - Ven conmigo. Jamás había pensado en nadie que me acompañara. Me daba miedo y creía que no era bueno estar expuesto a gente ajena a mi sed de aventuras. Pero quizá has abierto mi mente a algo nuevo. Ven conmigo a descubrir la Tierra Distante - sonrió, con dulzura.

Mirabelle le acarició suavemente las mejillas, absorta aún en la música del músico de Reading.

-En condiciones normales me negaría, pero...no sé qué me está pasando. De veras que un deseo irrefrenable de aventuras me está invadiendo por primera vez desde... - se quedó pensativa, con ojos alejados del sitio en qué estaban - Si te digo la verdad, desde que leí estas poesías, he estado deseándolo con todo mi ser, Rel. Es...es muy raro.

-Quizá si descubriéramos la humanidad perdida, entenderíamos cómo cambiar el Planeta Azul sin necesidad de navegar por otras dimensiones. Mañana. Mañana debemos partir hacia Sirio. Estoy harto de pedir permiso para marcharme. Nos iremos sin una misión concreta, sin ninguna autorización, Mirabelle - hizo una pausa y acercó su rostro al suyo hasta que casi estuvieron al tocar uno del otro - Gracias por lo que acabas de hacer por mí.

Mirabelle, que parecía haber cambiado el rol con Rel teniendo las mejillas hinchadas de la vergüenza, pareció despertar del letargo al que le había sumido aquella música celestial, sin duda la mejor música que jamás había escuchado.

-¡Estás como una regadera! ¡Te acabo de decir que no deseo irme a una aventura sin garantías hacia el espacio! Además tengo mejores cosas que hacer... - se limpió el sudor de la frente, totalmente fuera de sí - ¡Fu...fuera de mi casa, y llévate este maldito libro! Estoy muy bien en Ariol. Además, no me apetece irme con un idiota a los confines de un sistema planetario desierto en busca de lo imposible - mientras su voz resonaba irascible entre las cuatro paredes de la sala de invitados, en el reproductor se escuchaba "Lament for Atlantis". Rel, conmocionado por todo lo que había pasado, se marchó de la casa turbado y sintiéndose culpable por haber abierto aquella extraña brecha entre ellos dos, una brecha que entre los dos amigos jamás se había producido, y sintió como qué nunca volvería a ser lo mismo la relación entre los dos para bien o para mal.
Mirabelle se tumbó, pensativa y hecha un lío, en el suelo, escuchando los chips de música terrícola que se había olvidado el joven piloto de naves. Una lágrima que no era ni de tristeza ni de alegría recorrió su mejilla derecha hasta quedarle un sabor salado en sus labios.

-Arrastrada, me siento arrastrada por algo desconocido. Y no sé qué es...

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-¡No! ¡Te repito que no estoy con otro! ¡Él me miraba y yo le sonreí una vez! ¿Y?... Oh claro, resulta que sonriéndole a alguien ya te lo estás follando, por supuesto...Ni se te ocurra venir a mi casa a estas horas, no solamente mis padres te matarían sino que yo les ayudaría... - Miriabelle estaba conectada al aparato de pensamiento directo con su novio, el cual vivía también en la gran capital, a varias manzanas de allí. La había llamado a las 3 de la madrugada - Oh sí, tú eres buenísimo en la cama, Loren. Seguro que lo vas pregonando por ahí, fantasma empedernido...¿Que tengo suerte de ser tu novia? ¡Estás todo el día encima mía como si fuera una cría, y constantemente diciéndome lo que tengo que hacer y lo que tengo que decir!...¿Que es normal porque no pienso las consecuencias de mis actos? Mira quién fue a hablar...No, mañana no quedamos, estoy harta de toda esta comedia, Loren, ¡Harta! ¡Vete al cuerno!

Miriabelle se desconectó del aparato de pensamiento directo y se tumbó en su cama, cansada de tener una discusión con aquel hombre día sí y día también. Habían llegado las vacaciones y Loren seguía recriminándole cosas. Tenía una forma de pensar meticulosa y fría y, para con ella, creía tener siempre la razón. Que si tenían que hacer vida de novios, que si debían estar casi siempre juntos, pensar en casarse, tener hijos, todo normal, que si lo otro también normal...¡Estaba harta de escuchar esa palabra! ¿Qué significaba normal? Recordaba cómo le había conocido: en una fiesta que organizaba su facultad de metafísica. Era uno de los alumnos más brillantes de la universidad y la había cegado con su porte tranquilo y caballeresco. Era guapo, amable e inteligente. Lo tenía todo. Todo hasta que había empezado a salir con él.

Salió de casa con el cuerpo temblándole de nervios y de rabia, dirigiendo su mirada hacia la moto antigravitatoria que tenía aparcada delante suya. Se subió en ella y la encendió propulsando un botón y pensando la clave secreta. Sí, iría a dar una vuelta al sitio de siempre. Hoy dudaba mucho que pudiera dormir. Hacía bastante calor y Loren la había hecho sentirse culpable de nuevo, aunque se hiciera la fuerte ante él.
Arrancó la moto y, con gran velocidad, se escabuyó con ligereza sobre el gran lago que rodeaba la ciudad y ahora estaba cubierto por las miles de estrellas tintineantes que se reflejaban desde el cielo dirigiéndose hacia los grandes bosques en dónde se hallaba, entre otras cosas, la base espacial. La base espacial secreta...

De repente tuvo una corazonada. Una sensación muy extraña, parecida a la que había tenido el día que Rel se marchó de su casa.

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Hacía años que conducía por aquellos bosques que separaban los pueblos del interior con la gran capital y se sabía todos los caminos casi de memoria. Normalmente, a aquellas horas de madrugada, conducía con gran lentitud, tratando de serenarse y contemplando y escuchando la naturaleza nocturna que la rodeaba. Pero aquella noche sentía una emergencia en su pecho que la obligaba a seguir hacia adelante lo más rápido que ella podía.
Conocía unos caminos que llevaban a la Base Espacial Secreta, que se denominaba así por su complicado acceso y por su impermeabilidad, no porque la gente no supiera de su ubicación.
Justo cuando estaba segura de estar en las inmediaciones de la Base, un estruendo de voces amenazantes se alzó por el aire, arrastradas por el débil viento que soplaba aquella madrugada. Las voces lo siguieron una gran explosión sobre su cabeza, tan fuerte que le hizo zozobrar sobre la moto. Frenó en seco.

-¿Qué demonios ha sido...?

Sin que le diera tiempo a reaccionar ante aquella explosión, sin tiempo a mirar hacia arriba entre los árboles, una especie de fuerza asfixiante la apretó y la ascendió en un abrir y cerrar de ojos, sin notar apenas la elevación. Se encontraba, como por arte de magia, en el interior de una nave y rodeada por millones de estrellas. Ante ella había una figura familiar que tenía posada una mano sobre un tablero de infrarrojos. Se giró y la sonrió con amabilidad.

¡Era Rel!

-¡¿Qué...qué significa todo esto?! ¡¿Me has secuestrado?!

El joven, que al parecer ya había calculado las coordenadas de viaje de la nave, se acercó con tranquilidad hacia dónde estaba la chica caída de bruces y con los ojos extremadamente abiertos por la sorpresa.
La ayudó a levantarse.

-Mmmmmh - Rel se puso una mano en la barbilla - Pues tecnicamente sí. Se podría considerar un secuestro.

Miriabelle iba a enfadarse una vez más con el muchacho, y esta vez no sin poca razón, pero aquella situación la tenía mareada y descompuesta.

-Dime que no has robado una nave y has salido de Ariol sin la autorización gubernamental.

-No solo la he robado, sinó que les he lanzado dardos sedantes a unos cuantos guardianes que custodiaban la zona norte de la base. Soy un convicto y he pensado que necesitaría una cómplice en todo esto. ¿O creías que era tan ingenuo?

Miriabelle pareció, después de algunos segundos aún titubeantes, recobrar el dominio sobre sí misma y se dirigió hacia él con una mirada más que amenazante.

-¡Devuélveme ahora mismo a Ariol! ¡Ahora mismo o atente a las consecuencias! - gritó con violencia y echando una breve mirada a la pantalla de mando.

El joven se encogió de hombros y sonrió confiado, como si se esperara aquella reacción.

-Verás, ahora mismo tú también eres una convicta. Ya me las he arreglado para que no hubiera ningún testigo para presenciar ese "secuestro" como tú le llamas. Aunque yo soy de la creencia que te estabas muriendo de ganas de salir del planeta, o, como mínimo, de vivir una aventura.

-¡Las aventuras las elijo yo solita, niño, no necesito que nadie me las imponga a la fuerza! - le zarandeó con fuerza, haciendo que Rel cayera sobre la pantalla de mando y la nave zozobrara ligeramente.

-Si sigues así tendré que inmovilizarte. Desde pequeño has estado jugando con mis sentimientos y riéndote de mí. Ahora me toca a mí jugar y con la convicción de qué para nada estoy equivocado. Tú misma abriste la caja de los truenos - abrió un cajón de metal y sacó el libro sobre "Canción de la Nueva Tierra", aquel que ella misma le había dejado.

-¡No voy a permitir que me lleves a la fuerza a dónde tú quieras! ¡Dame los mandos! - forcejeó con él en busca de la pantalla - ¡Volveremos a Ariol, aún estamos a tiempo!

-No sabes conducir, esto para empezar, y en un minuto voy a crear un agujero de gusano para salir del Sistema y asegurarnos de quedar bien lejos de las naves de reconocimiento. Unas cuantas nos están siguiendo desde que hemos salido del planeta y nos pisan los talones. Han cogido las naves más veloces que tienen. Míralo, aparecen en la pantalla - señaló con el dedo el mapa galáctico, enseñándole unos puntos azules que se acercaban lentamente hacia ellos - Están a tan sólo 10 U.A* de aquí.

Sin previo aviso, Miriabelle se combó hacia una de sus botas y sacó de ellas un pequeño pero mortífero cuchillo de energía capaz de cortar materiales más resistentes que el acero. Se lo colocó en el cuello de Rel.

-Da la vuelta y entrégate.

Rel se rió sin perder la calma un sólo momento, solo que con los ojos algo abiertos por la repentina acción de la joven.

-¿Y si no lo hago? ¿Me matarás?

Miriabelle se quedó en silencio, resoplando con nerviosismo y manteniendo el cuchillo en su cuello, llena de temblores.

-Yo...

La fuerza que sintieron en aquel momento es difícil de describir, pero fue como si alguien les hubiera lanzado una red gigantesca a la nave y hubiera tirado con una fuerza de millones de toneladas hacia atrás. Ambos cayeron al suelo, conmocionados, mareados.
Pronto Rel se levantó con todas sus fuerzas, balanceándose así como podía. Notó un dolor intenso, insoportable, en su hombro derecho. Se palpó y se miró la mano.

Sangre, mucha sangre.

Mirabelle le estaba abrazando, y lloraba, desconsolada.

-¡Rel! ¡Rel! ¡Yo...yo no quería!

Mirabelle, con la sacudida, le había apuñalado en el hombro.

-Ahora no es momento de lamentarse - dijo con voz entrecortada el joven - Nos acaban de lanzar un relentizador para poder alcanzarnos más facilmente. Se ve que - tosió, y antes de seguir hablando, se quitó la camisa y se practicó un torniquete en la herida - Ufff, qué dolor...haz el maldito favor de tirar ese cuchillo antes que me mates - la agarró por los brazos, con fuerza - ¡Maldita sea, Mirabelle! Si de verdad me has amado alguna vez haz el favor de hacer lo que te diga, aunque sea por una vez en tu vida.

La joven miró al suelo.

-Yo no quería hacerte daño, yo solamente...

Rel le propinó un sonoro puñetazo que la tumbó al suelo.

-Pues ale, ahí tienes mi respuesta. Ya estamos en paz, ¿de acuerdo? Y ahora haz el favor, si no quieres pasar el resto de tu vida en prisión, de crear un agujero de gusano - tosió de nuevo - Ufff, me estoy mareando. En...debajo del panel hay otro panel de instrucciones que te indica como hacerlo paso a paso...todo me da vueltas...

-¡Rel! - la joven lo observó de nuevo. Había perdido muchísima sangre y ahora estaba tumbado sobre un pequeño charco de color oscuro - Haré...haré lo que me dices pero por favor, aguanta...

Rel ya no contestaba. Había perdido el conocimiento. Mirabelle gritó y siguió llorando. Se sentía abandonada, sola en aquel inmenso espacio y, amenazada por las naves que les perseguían, se había quedado paralizada, en estado de shock.

-Agujeros de gusano...tengo que sacarlo de aquí pero...si volvemos atrás quizá puedan curarlo...

Una ruidosa interferencia se coló por la transmisión de la nave, haciendo que Mirabelle se tuviera que tapar los oídos. Era un pitido insoportable. Al fín, una voz masculina y autoritaria se alzó, acallando la interferencia.

-Ya se conocen vuestras identidades, Rel y Mirabelle. Os ordenamos que detengais la nave so pena grave de cárcel. Repito: detened la nave ahora mismo o ateneos a las consecuencias.

-
Rel...Rel está herido, ha perdido mucha sangre - dijo Mirabelle, con la voz temblorosa, mirando de reojo al joven que aún estaba tendido en el suelo, inconsciente.

-Señorita, no está autorizada para decir nada. Detengan la nave ahora mismo.

Mirabelle dió un puñetazo sobre el panel, sintiendo cómo la sangre le subía hacia las sienes.

-¡Maldita sea, se está muriendo! ¿No diréis nada a eso? ¡Es vuestro mejor piloto! Solamente...ha cometido un error.

Detened la nave inmediatamente!

¿Debía cumplir los deseos de Rel de abrir un agujero de gusano hacia el sistema de Sirio arriesgando la vida del joven, o por lo contrario debían entregarse e ir a la cárcel pero sabiendo que Rel podría sobrevivir?

Miró al suelo, conmocionada, sin saber qué hacer y, de repente, vió una agenda electrónica justo a sus pies. La alzó, haciendo caso omiso a las amenazas de aquella voz la cual de cada vez era más violenta y persuasiva, y la encendió, empezando a leer sus contenidos desde el principio. Se quedó petrificada con lo que leyó.

- Nunca antes había dado crédito a una posible emigración humana hasta que, aquel maravilloso día, Mirabelle me leyó unos extractos del libro "Canción de la nueva Tierra" y al principio fuí reacio a creerme todo lo que me había dicho. La verdad es que hasta aquél momento nunca había confiado en ella. Desde pequeños siempre me tomaba el pelo y nunca se tomó en serio mis ganas de aventuras y, ni siquiera, mi vocación como piloto.

De nuevo sintió una ráfaga violenta que hizo tambalear la nave hacia atrás, frenándola a una velocidad de vértigo. Tenía que tomar una decisión, deprisa, pero quería leer un poco más. Había algo dentro de ella que la exhortaba a seguir leyendo a pesar de aquella situación tan extrema.

Fui a la Biblioteca y allí encontré algunas cosas muy reveladoras sobre el planeta Tierra que parecían confirmar gran parte de las leyendas de las que hablaba aquel libro que yo antes había creído de fantasía. Descubrí que en el planeta Siru, situado a escasos 10 años luz de la región de Sirio, se hablaba de un misterioso planeta escondido en esa misma región, pero por mucho que habían explorado aquella zona, jamás habían encontrado señal alguna de vida inteligente. ¿Por qué entonces existía una leyenda parecida a la que existe en el planeta Tierra sobre esos supuestos emigrantes humanos? ¿Se habían extinguido? O quizá...

Esta noche voy a robar la nave interdimensional. Siento miedo y tristeza, pues no sé si me habré vuelto loco de tanto pensar en ello, pero por otra parte siento que es el viaje más excitante que he hecho y haré en toda mi vida. Me gustaría tanto que Mirabelle me acompañara...

Una lágrima resbaló por la mejilla de Mirabelle y, sin apenas darse cuenta, ya estaba leyendo las instrucciones de cómo abrir un agujero de gusano. No era complicado. Sí, era fácil, muy fácil. Para ella, como metafísica, era casi intuitivo. Activó la pantalla para la creación de agujeros y, con alegría, comprobó que la ruta ya había sido fijada a través del espacio-tiempo. Era una estrecha y corta brecha que les harían viajar en un instante a través de 35 años luz.

-
¡Estais rodeados! ¡Detened la nave inmediatamente o tendremos que emplear la fuerza!

La joven pulsó el botón de réplica, con tanta fuerza que casi lo rompió.

-¡Iros a tomar por el culo! ¡Jamás nos atraparéis! - forzó una sonrisa maléfica y, en pocos segundos, activó el procedimiento para la apertura de un agujero de gusano. La nave tembló con fuerza y, de ella, surgieron un centenar de tubos gigantescos que miraban todos en la misma dirección. Otra combinación de números más fue suficiente para activar la enormísima cantidad de energía necesaria para abrir una brecha en el espacio-tiempo. Mediante unos grandes paneles, la matería oscura presente siempre en grandes cantidades por todo el espacio, fue absorbida por la nave para adquirir los billones de vatios de energía necesarios para el Salto.

En poco más de un minuto, justo cuando el radar señalaba que decenas de naves de Ariol se acercaban a gran velocidad hacia ellos, se había creado un pequeño agujero en el espacio, justo enfrente de la nave. La fuerza monumental del agujero los absorbió, como si algo hubiera tirado de ellos violentamente hacia su interior.

Mirabelle también perdió el conocimiento.

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Thursday, July 2, 2009

Ho sé

El temps és una dreçera
cap uns límits que no volem
reconéixer.
I es que Infinit
és el que sentim
més enllà de les passions
amb les que voldria lligar-te
per sempre més.

¿Existeixen aquests límits?
Quan et miro als ulls
plens d'històries
capaçes d'esborrar
tots els meus altars,
sé que hi ha quelcom
d'etern
al teu rostre besat
pels oceans.

Al roure de la vida
he dibuixat un cercle
on nostres llurs cors
s'entrellaçen sense límits,
on les nostres forçes
que dibuixen les melodies
de la nostra vida,
fan l'amor quan el Sol
es pon.

Les paraules són bromes
em fan riure,
perquè jo et miro
i es increible perquè
sé que tot es una comèdia
un ball de màscares
per evitar que els nostres
horitzons
tan diferents
tan llunyans
es trobin,
es trobin sense cap
lligam.

Sense cap frontera
on plantar una bandera,
una espiral on tots dos
caiem sense sebre on
junts.
Sense cap edat
jugant a amagar-nos,
sé que et trobaré.

Ho sé.

http://www.goear.com/listen/64f01b1/At-the-forest-fountain-Andreas-Vollenweider

Saturday, June 27, 2009

Después de la tormenta

Una angustia salvaje
me invade
como una terrible marea.
Suena a despedida
y a retorno:
la misma melodía
más rica y complicada
y bella
que antaño.

Ahora entiendo
la suerte que nos depara
a los que fuimos besados
con infancia eterna.
Comprendo el significado
de los amaneceres
con más pureza incluso
que en los dorados días.

Sé que hay piedras preciosas
que es mejor no encerrarlas
en cajones oscuros
de palabras.
Que después de la desesperación
llega el reconocimiento
de sentimientos
ante los cuales estuvimos ciegos.

Campanas de calma
agitadas por los vientos
que azotan con violencia
jardines florecidos:
pétalos volátiles
danzarines.

El templo del Ensueño
tiene las ventanas
abiertas.

Friday, June 19, 2009

La carta secreta

-Así va bien, ahora después del acorde de Re Menor, tóqueme el de Sol Mayor. Así, fenomenal, pero necesita deslizar los dedos con más naturalidad. Bien, eso está mucho mejor. Ahora haga la sucesión Re Mayor - Sol Mayor - Do Mayor - Fa Mayor. Así. Esta la toca estupendamente, ¿Eh? Se nota que la practicó mucho en casa, joven duque Theon. Ahora, escuche, pues necesita entrenar su oído - el profesor agarró con suave gracia su laud, acercó su oído a las cuerdas mientras lo afinaba con maestría y, al fín, empezó a tocar una balada de su propia cosecha, que más o menos sonaba así:

http://www.youtube.com/watch?v=V_K5zRA2APo

El joven Theon se ajustó su gorra de terciopelo roja sobre sus largos y lacios cabellos largos y oscuros y sus ojos violeta se abrieron como dos lilas en flor.

-¡Yo quiero aprender a tocar así, Augustus! ¿Cuándo podré deleitar con mis canciones a las jóvenes doncellas? - trató de improvisar una tonada, infructuosamente - ¿Ves? ¡No estoy hecho para la música!

-¿Doncellas? - Augustus rió con fuerza rasgando 3 complicados acordes - Yo aún no he conocido ninguna, incluso a su edad. Los tiempos están cambiando, joven duque. Estamos en el glorioso año del Señor 1595. Florencia es un hervidero de libertinaje.

-Oh Augustus... - murmuró el duque con la cabeza gacha - No hay nada que desee con más fervor que convertirme en artista, viajar por todo el mundo conocido y abandonar ese Palacio repleto de - escupió en el suelo - intrigas y esas mierdas. Estoy muy harto de todos esos mequetrefes que me rodean. Usted parece feliz en esta finca rural.

-Ah...la juventud...La juventud opulenta. Jamás os conformáis con nada. Y usted, señor duque, debería estar agradecido de no ser como un simple ciudadano que apenas puede costearse un mendrugo de pan. No puede renunciar a su vida y más usted. Hace muy buena planta, es apuesto e inquieto. Podría hacer grandes cosas por Florencia.

Theon se levantó, enfadado, y lanzó al suelo el laud que había estado tocando hasta aquel momento. Miró por la ventana, con aire melancólico, los bosques de encinas y pinos que se extendían entre las bajas montañas, y se ató con cierto nerviosismo el cuello de su camisa blanca.

-Augustus, dime una cosa. ¿Has visto mucho mundo tú? Seguro que conociste personas increíbles. Artistas, damas que suspiraban por tí...

El viejo músico se recostó tambien contra la ventana y miró al duque con una vaga y lejana sonrisa. Era un hombre fornido, a pesar de sus ya cumplidos 50 años, y tenía unos cabellos de plata rizados que le caían por los hombros como cascadas tumultuosas.

-Basta de charlas. Tus padres me han mandado enseñarte a tocar el laud y cantar, no ha hablar de mi vida pasada. Pasado mañana quiero que me traigas esa canción bien leída y tocada. Trabaja incesantemente en ella, solamente el esfuerzo sin tregua te hará un buen músico - le dió una partitura de una de sus canciones para laud y el joven duque la enrolló y la guardó con cuidado en una bolsa de cuero que llevaba siempre encima. Aquello le había alegrado el día. Era la primera vez que empezaría a trabajar con obras. En poco tiempo, conquistaría el corazón de Prímula...¡Estaba convencido de ello!

-¡Gracias, Augustus! ¡No te defraudaré!

-No dudo de su ambición, joven Duque.

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Pasaron 3 años, y el joven duque acababa de cumplir 15 primaveras. Había conseguido aprenderse una cantidad ingente de canciones de la época y a cantar madrigales y operetas, junto a su nuevo maestro Claudio Monteverdi el cual bajaba cada Lunes desde Venecia a Florencia solo con el objetivo de enseñarle canto y armonía.
Theon, en contra de la voluntad de sus padres, solía escaparse del Palacio para irse con dos amigos músicos que había conocido en el colegio (mayores que él) y así recorrían Florencia sin pausa. Durante el día interpretaban canciones alegres en las esquinas de las calles más concurridas de la artística ciudad y, por las noches, a veces lograban distraer a los guardias palacinos que buscaban al duque para devolverlo a casa e iban a cantar y tocar bajo los balcones de opulentas señoritas que conocían de clase.

Tras mucho insistir, sobretodo bajo su balcón en el qué, en ocasiones, había acudido borracho y cantando apasionados cantos románticos (una vez, la guardia florentina lo detuvo por haber roto los cristales de un comercio, después de ver cómo Prímula ni siquiera tenía intención de salir al balcón) la jovencita le prometió que se encontrarían en secreto, al atardecer, en unos jardines del centro de la ciudad.

-¡Theon! ¡Parece que tu mala suerte con las mujeres ha llegado a su fín! - gritó uno de sus amigos el mismo día que iba a encontrarse con ella, justo cuando le abandonaban para volver a sus casas cargados con sus instrumentos - No tienes remedio aún así, has ido a elegir una de las chicas más difíciles y amargadas de Florencia, y si me apuras, de todos los Estados de Italia - sonrió, maliciosamente.

-Yo no me conformo con cualquier cosa, no como vosotros, que en seguida que no os van bien las cosas, os marchais a un lupanar.

Y se fue hacia los callejones que llevaban hacia los jardinis Berdini, con la cabeza alta, orgulloso y con el laud colgando de su espalda. Aquella tarde había escogido sus mejores galas: una camisa negra con bordados dorados en las mangas, un cinturón planteado con un dragón tallado en él, calzando también unas botas de espadachín. Todos los paseantes le echaban miradas de admiración y sorpresa. Las jovencitas reían, sonrojadas, y murmuraban entre ellas. ¡Era el Duque!

-La impresionaré con todo mi repertorio - pensaba, esbozando una picaresca sonrisa que había aprendido de uno de sus amigos músicos que tenía la costumbre de llevarse a una joven a la cama casi cada noche - Prímula se va a arrepentir de haberse resistido tanto a mis encantos.

Mientras se iba acercando, poco a poco, a aquellos frondosos jardines desde dónde se podía observar toda la ciudad, su corazón se iba acelerando paulativamente. Debía apretar el paso, puesto que los guardianes de la ciudad tenían órdenes explícitas de arrestarlo si lo encontraban merodeando en solitario por aquellas calles "peligrosas y repletas de criminales y borrachos pendencieros" como decía su madre. "¿Por qué no haces como todos, y sales a divertirte con tus amigos en alguna taberna?" Le decía también su padre que, sin embargo, no era tan severo con su comportamiento. Ahora, sin embargo, nada le detendría del objetivo de su vida, después de tantos años esperando. Era su musa, con nombre de flor.

Después de deambular, con el corazón en un puño, por los jardines atestados de parejas que se reunían en secreto, como ellos iban a hacer, para ver la puesta de Sol sobre Florencia y, obviamente, para otras cosas, al fín la vió.

La vió...más hermosa que nunca, sentada en un banco, vestida con un conjunto carmesí bellísimo de voluptuoso escote que terminaba, a pliegues, en una falda larga. Era delgada como una pluma pero su rostro y todos sus gestos albergaban una vivacidad y un fuego que cegaban al joven Duque. La muchacha, pronto, se dió cuenta de su presencia y sonrió con expresa timidez e hizo un ademán para que se sentara junto a ella. Pero él, aunque estuvo tentado de obedecerla, declinó con educación y, postrando una rodilla en el suelo, le tocó una canción que había aprendido la semana anterior, expresamente para ella, con unas letras que hablaban de una ninfa tan maravillosa y especial que había sido tocada por los ángeles mientras dormía y estos habían sentido envidia de no estar junto a ella sino junto a Dios. Sin embargo, ella se sentía desolada sin amor, sin comprensión.
Se trataba de un madrigal de Monteverdi, su maestro, adaptado al canto de una sóla voz.

http://www.goear.com/listen/b2c47f5/Amor-(Lamento-della-Ninfa)-Monteverdi

Una vez acabó de rasgar el último acorde, Prímula se tapó la boca con recato y empezó a reir por lo bajo, mientras lo fulminaba con una misteriosa mirada de sus ojos negros y estilizados. Theon se sentó junto a ella y ahí pudo observar mejor un detalle: se había pintado un poco los pómulos de color rosado para resaltarlos y se había puesto brillo en los párpados. También había mandado que la cepillaran sus cabellos del color de la caoba hasta que estos parecieran tirabuzones en dónde Theon hubiera matado para poder zambullirse en ellos.

-¿Te...te ha gustado, Prímula? ¿Por qué te ríes?

La muchacha alargó una de sus diminutas manos y le acarició los cabellos, besándole en la frente, un instante después. Theon se sentía flotando en otro mundo, como si pudiera fundirse en los tonos cálidos y armoniosos del crepúsculo, que daban paso a las estrellas y a los grillos que pronto cantarían la preciosa tonada de lo furtivo, de los amantes que se funden con la Luna, de versos y sonetos silenciosos que se recitan con una sola mirada...Sin embargo, cada vez que trataba de mantenerle la mirada a Prímula, su rostro se hinchaba de vergüenza.

-Me parece adorable, Theon, mi señor, mi duque, pero cada día muchos jóvenes de su edad y mayores vienen a tocarme esas mismas canciones - le acarició, esta vez, una mejilla - Parece usted un niño enamorado de un ideal, y eso no me desagrada. Si fuera capaz de hacer algo más que interpretar esas canciones de otros autores...

-Pero, Prímula, yo no... - Theon poco a poco se iba sintiendo más y más desolado, mientras las sombras de los árboles circundantes se alargaban y les acariciaban sus siluetas - Yo creía...

Prímula agachó la cabeza y sus labios parecieron apretarse, quizá de rabia o de dolor.

-Usted creía que con una sóla canción, con un porte caballeroso y un bonito ocaso podría conquistar mi corazón. ¿No es cierto, mi querido Duque?

El silencio se impuso. Un silencio espeso, desagradable. Si, en verdad en aquel momento se sentía como un niño enamorado de una mujer inalcanzable para su madurez. No se le ocurría absolutamente nada para impresionar a la dama de sus sueños, ni un soneto, ni una palabra bonita. Nada. Entonces, se acordó de cuando su primer maestro, Augustus, le había estado enseñando a componer, de cómo su impaciencia le había obligado a tocar solamente piezas de los demás.

-Por su silencio veo que así es, Señor, me tomó usted por una joven ignorante y fácil. Me ha defraudado, creía que no sería usted uno más. Me voy.

Antes que la muchacha le diera la espalda y desapareciera tras la maleza, Theon creyó ver en sus mejillas un destello arrancado por la luz de las primeras estrellas y del Sol moribundo. ¿Estaba llorando? No, no tenía que haber ido jamás a aquel encuentro. Ahora solamente tenía ganas de morir, de desaparecer...de romper en llanto.

-------------------

-¡Theon! ¡Theon! ¡Despierta!

El joven, que había estado soñando toda la noche en Prímula, se desperezó y abrió sus ojos violaceos, acordándose al instante de lo sucedido la noche anterior. Había vuelto a casa sin decirles nada a sus padres y había estado dos horas llorando hasta que había agotado el lago doloroso y agónico de las lágrimas. Notaba aún el cojín húmedo y, frotándose por fín sus ojos resecos, pudo ver a su madre combada sobre él.

-Te ha llegado una carta sin remitente. Es muy extraño. Espero que no te hayas vuelto a meter en líos... - lo miró con desapruebo, los brazos en jarras.

-No, madre, esta vez no hice nada, lo aseguro. Démela, se lo ruego.

La mujer se la tendió con cierta reticencia y, sin decir nada más, le dio la espalda y salió de la habitación dando un fuerte portazo tras ella. Se levantó y se miró al espejo: estaba totalmente despeinado y tenía unas ojeras que casi le caían al suelo. Qué más daba ya...

Theon abrió la carta sin ninguna contemplación, rompiendo el sobre, y, en seguida, se puso a leerla. Tenía una caligrafía desconocida para él, pero a la vez familiar. Pero aquello ahora poco le importaba...

"Señor Theon, una persona muy cercana a usted que ha contemplado recientemente le espera en el bosque de Villa Bruchi, al amanecer del día 21 de Junio, Solsticio de Verano"

No había firma, ni saludos cordiales ni ninguna otra información que le pudiera servir para averiguar quien era aquel personaje que le había citado para... - miró el calendario - ¡Para mañana!

"Una persona muy cercana a usted". Era más que probable que fuera una broma, quizá sus amigos se quisieran reir de él porque ya, a aquellas alturas, media Florencia se habría enterado que Prímula, hija de una de las familias más influyentes de la ciudad, había rechazado al joven Duque. Sin embargo, de pronto le habían unos ciegos impulsos de jugar aquella última carta... ¿Y si en verdad Prímula se había arrepentido de sus palabras y le había citado allá? Solamente pensarlo le hacía sentirse prisionero dentro de aquel Palacio...Sí, tenía que ir, debía ir, no podía hacer otra cosa, no perdía nada y si no iba su pena aún sería más grande.

Fue al colegio y sus suposiciones se hicieron realidad: la silla de Prímula estaba vacía y ella raras veces se ausentaba. Era una muchacha muy aplicada. No, aquello no era normal...Quizá se había quedado tan afectada por los sucesos de anoche que había decidido encaminarse ya a aquel bosque pero...¿Por qué un bosque que estaba situado a 100 km. al sur de Florencia? Si en verdad se había dirigido hacia Villa Bruchi, era un camino muy peligroso y más para una joven de familia opulenta. Aún así, aquel día fue incapaz de pensar en nada más que en ella, en sus ojos penetrantes, en sus cabellos que caían como sedas de un rojo apagado sobre sus sonrosadas mejillas. Agarró un trozo de papel durante la clase de Aritmética y trató de escribir un soneto, palabras que reflejaran lo que sentía por ella, hasta qué punto la echaba de menos, la opresión que sentía en su pecho cada vez que observaba la silla vacía, recogida bajo la mesa...

Pero no pudo escribir una sola palabra coherente: tus ojos són como...como...; mi corazón al verte tiembla como un...una...no le salía una maldita metáfora. Quizá por el camino se le ocurriría algo para decirle a Prímula, para no volver a quedarse en blanco ante ella nunca más. También se llevaría el laud y trataría de...componer algo, aunque fuera sencillo.
Sí, había decidido, durante una aburrida clase de aritmética, que partiría hacia aquel lugar que aquella misteriosa carta le había indicado.

-¡Theon! ¡Ya estoy harta de tu distracción! ¡Fuera de clase!

Y es que la profesora Úrsula no tenía contemplaciones con nadie.

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Después de pasarse horas preparando su huída de Palacio, consiguió irrumpir en el cuarto de los criados y vestirse con un rudo y tosco jersei de lana y unos viejos pantalones de pana que le llegaban hasta las pantorrillas. También se calzó con unos zapatos hechos de paja con suela de piel de vaca. Se cortó con violencia sus largos y lacios cabellos hasta que, al mirarse al espejo, se vió casi irreconocible. Sonrió, satisfecho. Ahora tenía que probar si ante los guardas que flanqueaban la puerta principal la impresión sería la misma.
Cogió una escoba y un cubo de basura, metiendo con cuidado dentro de él el laud y un hato repleto de víveres, y bajó con cierta naturalidad las escaleras hacia la sala principal, desierta en aquellos momentos pues eran altas horas de la madrugada. Cruzó el jardín, el complejo amurallado interior y, por fín ante él, se alzaba la puerta principal situada en el centro de las murallas exteriores.
Para su regocijo, los guardias ni siquiera repararon en él, hallándose estos sentados dentro de la caseta jugando a cartas y vociferando como si estuvieran en medio de un duelo a muerte. Por una vez, la indisciplina de aquella chusma le pareció algo maravilloso.

Pero lo que más le sorprendió fue encontrar, solamente una calle más allá, a un hombre subido a un carro tirado por dos caballos dispuesto de tal modo, de lado, que parecía estar esperando a alguien. Theon había planeado sobornar a algún viajero que se dirigiera al sur, pero nunca imaginó que lo encontraría tan cerca de su casa. Así pues, se dirigió hacia él, escoba y cubo en mano, y, sin titubear un momento, le ofreció una moneda de oro.

-Jaja, no se moleste señor Theon - era un hombre menudo con una barba negra muy espesa y vestido con un jubón de alegres colores y un sombrero acabado en una pluma negra - En marcha, no hay tiempo que perder. ¿Verdad? - sus ojos relampagueaban de tal forma que pareciera saber qué era lo que le depararía al Duque.

-¿Cómo me habéis reconocido? ¡Hablad! - espetó Theon, impaciente y mirándolo con desconfianza.

El rostro del extraño conductor de carros se agravó.

-Señor, si en verdad quiere llegar a dónde desea, le ruego que suba a este carro.

El Duque no contestó y, después de pensárselo unos segundos y de excrutar a aquel hombre con su mirada, la imagen de Prímula se impuso y, de un salto, se colocó a su lado.

-En marcha, hacia Villa Bruchi.

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-Me llamo Flavio, soy un comerciante leal a su familia, señor Theon, y cuando vi en sus ojos el brillo de la desesperación, supe que necesitaba irse de inmediato a algún sitio. Yo no sé nada más.

El alba empezaba a asomar por el horizonte mientras marchaban por unas incómodas y destrozadas calzadas que cruzaban los inmensos cultivos y bosques de la Toscana.

-En verdad, no suelo confiar mis secretos a ningún desconocido, pero las noches me hacen débil a los recuerdos y a los sentimientos - murmuró el muchacho, girándose hacia el cochero que parecía calmado con una suave sonrisa dibujándose en su rostro - Pero necesito contárselo a alguien con sentido común, a alguien que no sea uno de mis estúpidos y superficiales amigos... - contempló las estrellas y, sin bajar la mirada, prosiguió - Estoy...estoy enamorado, no, locamente enamorado de una joven. Y se supone que voy a su encuentro.

El hombre rompió a carcajadas.

-No quiero entrometerme, pero seguramente tendrá que impresionarla con algo, mi Señor. No puede ir a ciegas a un encuentro. Se lo digo por experiencia - le guiñó un ojo.

-Yo no sé hacer nada...más que tocar canciones con el laud. Y ella...a ella cientos de jóvenes la cortejan así. No sé qué hacer, Flavio. Además, no sé si ella me espera.

El hombre sujetó la rienda con una mano y con la otra le dió unas amistosas palmadas en el hombro del joven Duque.

-Piensa demasiado. ¿Dice, señor Duque, que sabe tocar el laud? Entonces, ¿Por qué no le compone algo, aunque sea una canción muy sencillita con una letra aún más simple? No se complique la vida y saque el laud, a ver si conseguimos hacer algo.

A Theon le sorprendió la iniciativa de aquel pequeño hombre, y, sin rechistar, agarró el laud de dentro del cubo de basura y se lo colocó sobre su regazo.

-Toque lo primero que se le ocurra.

El joven tocó, rápido y con nerviosismo, un acorde de Si menor.

-¡Tranquilizaos! ¡Tocad tranquilo, que aún no estais ante vuesa amada! ¡Jajaja! - el hombre, visiblemente risueño y divertido, mantenía un ojo en la calzada y el otro sobre el traste del laud - Venga, ahora tocad sobre esa base e id añadiéndole otros acordes mientras avanzais, los que le apetezcan. Ya sabrá cómo funciona esto. Cuando memorice lo que acaba de tocar, añádale una letra lo más sencilla posible y... ¡Ya está!

Al joven le llevó unas horas componer la canción, entre las cuales echó una cabezadita. Cuando la tuvo terminada, con su respectiva letra y todo, se sentía el hombre más feliz del mundo, con una sensación que jamás había experimentado. Su corazón parecía haberse agrandado tanto que ya no pudo desterrar una radiante sonrisa de su rostro hasta que llegaron al final del trayecto, a Villa Bruchi.

-¡Gracias por tus sabios consejos, Flavio! ¿Eres...músico, acaso? Nunca había compuesto una canción en mi vida y tan sólo en unas pocas horas...Es...es increible.

-No hablemos de mí ahora. Lo más importante es que llegue a tiempo, mi Señor. Seguramente ya le estará esperando con impaciencia en aquel bosque - señaló a un lugar concreto en dirección oeste, hacia el interior de una frondosa floresta de hayas - Buena suerte, señor Theon.

Theon, visiblemente emocionado, le saludó efusivamente con un ademán de su mano y se encaminó con grandes pasos a través de unos extensos viñedos que iban a morir a aquel bosque que había señalado el pequeño hombre. Al otro lado, a una distancia bastante considerable, se alzaba un complejo de casas rodeadas de grandes jardines: la Villa Bruchi.
Volvió a girarse para espetarle un último "Gracias" a Flavio, pero cual fue su sorpresa que, en el camino, ya no había rastro de ningún carro. Theon enarcó una ceja y llegó a la conclusión que estaba tan excitado con la perspectiva de poder tocarla una canción de su propia cosecha a Prímula que no había escuchado el triquiteo del carro alejarse por el camino.

Se adentró justo cuando los primeros y tímidos rayos de Sol se filtraban entre las verdísimas hojas de las hayas. En aquella ocasión, trató de controlar mejor el bombear de su corazón y se dedicó a recordar la melodía y la letra y a tocarla mentalmente. Con aquel precioso amanecer escabulléndose con delicadeza entre las ramas y los primeros trinos de los pájaros, el tañir del laud sonaría irreal, mágico. Pero una obviedad cruzó su mente: no sabía dónde encontrar a Prímula. En la carta solamente aquel misterioso personaje (seguramente la propia Prímula) le citaba en el bosque cercano a Villa Bruchi, nada más, pero aún así sentía la corazonada que la encontraría, casi podía sentir su perfume y su grácil caminar a su lado.

Oyó un sonido lejano que se diferenciaba de los demás ruidos del bosque: un canto lejano, un canto de...Aguzó el oído. Era un canto irreal, como el canto de un niño pero más etereo y sutil. No parecía el de una mujer. Pero Theon pareció caer en un súbito hechizo y se dirigió hacia allá, corriendo y portando el laud fuertemente agarrado bajo su brazo.

Llegó por fín a un claro, resoplando con fuerza y casi ahogándose después de haber recorrido lo que a él le habían parecido leguas de distancia. Y ante él, sentada sobre una roca y de espaldas, una joven cantaba con un timbre de voz que jamás había escuchado en su vida, una voz que mantenía al Duque paralizado, maravillado. Era tal la belleza de aquel canto que incluso le producía dolor y punzadas fuertes en el corazón. Estaba desnuda, completamente desnuda, y unos cabellos del color de la caoba se precipitaban a lo ancho de su estrecha y grácil espalda.
Por fín pareció percatarse de su presencia y, justo cuando un rayo de Sol caía sobre su rostro, se giró hacia el muchacho...

¡Era Prímula!

Empezó a temblarle todo el cuerpo. No, aquello no era posible. La joven a la que había amado durante todos estos años, en secreto, se hallaba desnuda ante él, mostrando sus pequeños y torneados senos y una sonrisa dulce y provocadora a la vez, aquella sonrisa que tantas veces le había hechizado.
Se levantó y fue a abrazarle, efusivamente.

-Theon, sabía que vendrías - acercó sus labios al oído del chico y le susurró - Por favor, no digas nada. Solamente tócame algo...algo tuyo, te lo ruego.

El Duque estaba tan nervioso que, al separarse ella de él y mirarle de arriba a abajo divertida y dispuesta a escucharle en toda su desnudez, se le cayó el laud al suelo y un fuerte e insoportable calor se instaló en todo su rostro.

-Prí...Prímula, yo...

-No, Theon, no digas nada - se llevó el dedo índice hacia sus labios y volvió a sentarse sobre la roca, cruzando las piernas. Su mirada le imploraba que empezara a tocar, pero el joven no se había esperado tener que tocar ante ella de aquella forma.
Sin embargo, en un esfuerzo sobrehumano, se agachó para recoger el laud y al fín lo empuñó.

-"Tienes que relajarte, Theon. No puedes volver a caer en el mismo error. No, después de tanto sufrimiento"

Cerró los ojos e inspiró profundamente durante unos minutos, hasta que su pulso volvió a la normalidad. Entonces, dirigió su mirada hacia el instrumento y, sin mediar palabra, empezó a interpretar aquella pieza que había compuesto unas horas antes. Sintió, por primera vez en su vida, cómo la música fluía por sus dedos, como se zambullía dentro de los acordes y las notas y cómo su voz nacía desde dentro de todo ello, de forma natural, sin pretenderlo.

Y así era la melodía sin voz, para que cada uno de vosotros la imaginéis como querais:

http://www.youtube.com/watch?v=yaCQ4KVFFCM

Palabras que se lleva
el viento,
sólo queda el sonido
de mi corazón.
¡Escúchalo!
Canta en silencio
lo que siento por tí.

Y el Amor sólo
es una palabra.
Por eso yo
no deseo pregonarlo.
Solamente siento
como fluimos juntos
en silencio.

Al acabar de tocar, Theon se enjugó el sudor que empapaba su frente y casi se desvaneció por el esfuerzo de concentración que había tenido que hacer para dominar sus nervios y las ganas casi bestiales que tenía de abrazarla, de besarla, de hacerla el amor...
Abrió los ojos, y la observó de nuevo echada de espaldas, en silencio, como si no hubiera escuchado nada y todo hubiera vuelto al instante justo antes que ella lo reconociera al llegar al claro. Así, con extrañeza, el Duque se acercó por detrás y, con suavidad y un leve temblor en su mano derecha, le asió el hombro.

-¿Te ha gustado, Prímula? Esa canción la he compuesto yo.

Lentamente, la joven se giró nuevamente hacia él. Pero cuando lo miró fijamente, Theon lanzó un grito de terror, de horrorosa sorpresa y se echó hacia atrás tan violentamente que cayó al suelo, de espaldas.

Quien le miraba ya no era Prímula. Era él, él mismo, desnudo, y sus cabellos caoba paulativamente se transformaron en una larga cabellera negra como la que llevaba él antes de embarcarse hacia Villa Bruchi.

-No...¡No es posible! ¡No puede ser!

Su otro yo, sin inmutarse lo más mínimo por el grito aterrorizado de Theon, se acercó hacia dónde estaba este último tumbado y, levantándolo con fuerza, le abrazó, atrayéndolo hacia él.

-Ahora sí, ahora sí me gustas, Theon. Me encantas.

Fue tal el shock que le produjo aquella visión de él mismo hablándole, como si mirándose al espejo la imagen hubiera cobrado vida, que se desplomó sin conocimiento.

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Desde aquel día sé que no pude volver a ser el mismo, para bien, o para mal. Ahora que lo veo con perspectiva, a mis 30 años recién cumplidos, quizá fue mejor para mí. Llevo demasiado tiempo lamentándome de mi decisión y de mi destierro pero... ¿Qué libertad es esa, la que te obliga a erigirte sobre los demás imponiendo tu autoridad desde el Palacio, desde la Prisión?
Nunca sabré a ciencia cierta si aquello fue un sueño o fue una especie de conjuro feérico que no sabría explicar con claridad. Pero prefiero no pensar en cosas que nadie podrá explicar jamás, que escapan a nuestro entendimiento, y pasaré a hablar de lo que hice después de aquellos sucesos extraños, los más extraños ocurridos en toda mi vida.

Recuerdo que desperté tumbado en los lindes de aquel bosque sin nadie a mi alrededor y con un dolor de cabeza muy intenso. Pensé que quizá lo habría soñado todo y que me había desplomado justo antes de entrar en el bosque pero, aguzando el oído, me pareció escuchar aquel misterioso canto que me había atraído momentos antes de forma hipnótica. Una sensación de terror invadió todo mi cuerpo y, a pesar que al levartarme todo daba vueltas y me tambaleaba, huí de ahí lo más rápido que pude.
Durante una semana entera anduve por el camino que llevaba a Florencia y, aunque racionando mis provisiones pude alimentarme y beber a diario, por las noches me veía obligado a dormir al raso y escondido entre los árboles por miedo a los bandoleros y a posibles pillajes. No confiaba demasiado en mi nuevo aspecto y creía que en cualquier momento me reconocerían sin dudarlo un segundo. No tenía ganas de ver a nadie, ni siquiera a Prímula. Lo sucedido en el bosque me había trastornado profundamente.

Pero aquello no fue lo peor de todo.

Llegué a la ciudad a toque de alba totalmente destrozado y, ahora estaba convencido, irreconocible, pues absolutamente nadie se inmutaba ante mi presencia. Incluso los guardias de Palacio me impidieron pasar juntando sus lanzas ante mí y con una mirada de profundo desprecio.

-Esfúmate, mendigo.

Con rabia les increpé y les grité que yo era el Conde, exigiéndoles con amenazas que me dejaran pasar de inmediato so pena de expulsión. Ellos se rieron a carcajadas y me dijeron, despectivamente, que si no abandonaba aquel lugar me "echarían a patadas". Yo, como es lógico, estaba totalmente fuera de sí ante las palabras de mis supuestos subordinados y, sin hacerles caso y encendido como una hoguera, me encaminé hacia el interior del Palacio dispuesto a preparar una carta de expulsión para cada uno de ellos. Pero uno de ellos, sin yo esperármelo, me propinó un puñetazo en la cabeza y me sacó fuera, echándome a la calle como un saco de patatas. Yo no podía creérmelo y saqué un cuchillo dispuesto a contraatacar, pensando que quizás había ocurrido una revuelta en Florencia durante mi ausencia.

Pero justo cuando iba a hacer la arremetida, apareció desde detrás de los soldados mi padre con la cara visiblemente demacrada, vestido todavía con la ropa de dormir y una barba que le llegaba al pecho, espesa como una selva.

-¿Qué ocurre aquí? - espetó, ahogando un bostezo.

-Un vagabundo pretende entrar en vuestro Palacio, Señor.

-¿Un...vagabundo?

Mi padre parpadeó y me dirigió la mirada, parpadeando, hasta que al fin, después de un rato de indecisión, alzó las cejas y se precipitó sobre mí, como si de repente hubiera enloquecido. Me abrazó, levantándome del suelo, y gritó mi nombre repetidas veces con tanta fuerza que, al cabo de poco tiempo, todo el vecindario había salido de sus casas para observar lo que ocurría. Mi madre y mi hermana rompieron a llorar y me inundaron de besos.

-¡Es un milagro! ¡Milagro! - empezó a exclamar mi madre, que no podía parar de llorar y de acariciarme el rostro, como si no se pudiera creer que estaba allí mismo, ante ella - ¡Es él! ¡Es Theon!

La gente también empezó a gritar lo de "Milagro!" y pocos minutos después media Florencia estaba aclamándome como si de un Dios se tratara.
Yo no entendía nada, absolutamente nada, hasta que, en la tranquilidad de la noche, mi madre me dijo que había transcurrido un año desde mi desaparición y que ya todos me daban por muerto, pues grandes partidas de bandoleros recorrían los alrededores de Florencia.

¡Un año!

Desde aquel día mis padres y mi hermana estuvieron todos los días encima mío y en Florencia se rumoreaba que unos seres malignos me habían capturado justo al salir de la ciudad. Otros, se inclinaban hacia los experimentos de un alquimista sobre mí, habiéndome secuestrado durante todo aquel tiempo y borrándome después la memoria con unos procedimientos ocultistas. En aquella época la alquimia estaba de moda y a ojos de la gente se la veía como un instrumento del diablo, pues querer emular a Dios era un sacrilegio propio de Satanás. Aún así, algunos jóvenes, sobretodo universitarios, de cada vez tenían menos prejuicios sobre la ciencia y ya los miraban con otros ojos.
Dejando de lado lo que se creía que me había pasado, aquello, repito, me cambió la vida para siempre. Una especie de extraña melancolía me embargaba y durante años estuve sin sonreir y con la sensación de estar permanentemente aislado y separado de los demás. A mi familia no le importaba, en principio, mi actitud, pues les bastaba que yo hubiera vuelto "de los muertos" como solía siempre recordar mi madre con una mirada entre extrañada y emocionada.
Incluso cuando me dijeron que Prímula estaba prometido con el hijo de un duque de Bolonia, no pestañeé y me limité a asentir, sin sentir nada en mi corazón. Quizá el bosque no solamente me había robado un año, sino que con ello también se había llevado mi alma.

Sin embargo, cuando empecé la Universidad, la sonrisa volvió a mi rostro como por arte de magia, de repente, con la rapidez en qué había crecido mi desapego por el mundo unos años antes. Conocí a unos jóvenes estudiantes de música y juntos empezamos a componer diversas canciones creando una tuna propia. Pronto nuestro virtuosismo llegó a tal nivel, que empezaron a reclamarnos de otras ciudades-estado para que fuéramos a tocar allí en encuentros entre tunos. Aquellos años los recuerdo con mucho cariño y, en verdad, me ayudaron a olvidarme de todo lo anterior, incluyendo mi antiguo amor por Prímula.

Poco después de mi ingreso en la Universidad, sin embargo, una desgracia asoló el Palacio y nuestra vida en familia: mi padre había muerto de un súbito ataque al corazón. Fueron días muy amargos, insoportables, en qué la sombra oscura de mi depresión volvieron a arrasar todas mis esperanzas vertidas en la música. Con la muerte de mi padre tendría, además, que dejar la música para siempre a un lado y dedicarme a mis obligaciones como Duque en el Palacio, pues, junto con el Condottiero, el duque de Florencia era la persona más poderosa de la ciudad.

Me negué, esperando que comprendieran que aquella vida no era para mí pero nadie me entendió, incluidas mi madre y mi hermana. Finalmente, harto de sentirme culpable, huí de Florencia sabiendo que jamás podría volver hacia Alemania y allí, con el poco dinero que había ahorrado por mi mismo, me compré una pequeña y humilde casa.
Mi inspiración, "gracias" a las desgracias que había sufrido en mi vida, parecía ser inagotable y pronto llegué a tocar en las Cortes de Alemania con un pseudónimo para que nadie pudiera reconocer al antiguo duque de Florencia.

Y así vivo, en el anonimato, felizmente incomprendido, de nuevo enamorado. Y con los ojos cerrados, todas las noches doy gracias a las estrellas y a la Luna con mi laud, por aquel encuentro misterioso que, ahora lo sé, me cambió la vida para siempre.

http://www.youtube.com/watch?v=p05HevyLmk4