Sunday, August 22, 2010

Los viajes de Rel (2)


-Señor Rel ¿Me está escuchando?

La mente de Rel divagaba a través del diseño en holograma que flotaba en el centro de la habitación ovalada, sus ojos perdidos. Era el diseño de un prototipo de nave que, si todo iba bien, empezaría a comercializarse en poco tiempo. Giró su cabeza hacia su interlocutor y parpadeó, de forma contínua, como si le hubieran despertado de un profundo sueño.

-Sí, perdona, mi mente como de costumbre se ha salido de este planeta y, casi, de este universo. ¿Por dónde íbamos? - encendió un cigarrillo de una hierba parecida al tabaco (con la diferencia que no tenía sus propiedades nocivas) y sus ojos violeta brillaron como dos amatistas - ¡Ah sí! - dio una profunda calada que inundó toda la habitación - El tema de la reducción en el gasto de materia oscura para los Saltos de burbuja. Mmmh... - frunció el ceño, cruzándose de brazos.

Habían pasado cinco años desde que había abandonado su planeta natal, cinco años desde que había partido hacia Sirius, en un viaje que le había cambiado, por completo, su vida. Sin embargo, no conservaba un recuerdo demasiado agradable de todo ello: finalmente no habían encontrado los restos de la civilización que, supuestamente, se había introducido en la Tierra en los orígenes de la raza humana. Entonces, Miriabelle y él habían tenido que empezar una nueva vida lejos, muy lejos de su planeta, al otro lado de la galaxia puesto que las autoridades les tenían en caza y captura. Estaba, exactamente, a 87.349 años luz de su planeta.

Su nuevo hogar era el planeta Onel, y Miriabelle, al cabo de pocos meses, le abandonó. Habían pasado muchas cosas entre ellos, muchas cosas que él prefería olvidar, enterrarlo en lo más profundo de sus recuerdos y, si había suerte, borrarlo para siempre. Aunque no era nada sencillo, y menos después de la infumable charla de un ingeniero de naves. Había abandonado su antiguo trabajo de comerciante y ahora se dedicaba a ciertos negocios que valía más no mencionar a casi nadie.

-Ya sabe lo importante que sería para nuestra empresa que usted probara el prototipo que estamos apunto de construir. Así pues, sus valoraciones son más que bienvenidas - el calvo ingeniero se paseaba constantemente alrededor del holograma, supervisando los más mínimos detalles de la alargada nave - El objetivo está en poder crear una nave capaz de realizar muchos saltos en el menor tiempo posible.

-Si, eso ya me lo ha estado explicando durante las 2 horas que ha durado su exposición, y, en verdad, no me parece mala idea. La tecnología avanza con muchísima rapidez - dijo, con un tono de voz neutro y algo cansado - Deje que madure mis reflexiones. Me disculpará, pero ahora no estoy de muy buen humor para proseguir con el tema.

-Oh, está bien. Llámeme cuando se decida. Mientras tanto, seguiré modificando las cosas que usted me ha estado proponiendo cambiar - replicó, con tono servicial - La verdad que pocos pilotos actualmente escuchan a los ingenieros. Es una suerte tenerle a usted dentro de...

-Adiós, Qunar - Rel hizo un vago ademán y desapareció tras la puerta automática. Una vez fuera, en el puerto espacial que orbitaba alrededor del planeta, resopló con alivio y se dirigió con paso ligero hacia su nave. Se introdujo en su interior y, sin pensarlo dos veces, accionó el botón de despegue y el aparato, con elegancia y rapidez, abandonó la Estación saliendo, en pocos segundos, del Espacio Protegido de Onel. Una vez en plena oscuridad, solamente alumbrado por otro cigarrillo que se había encendido y por la innombrable cantidad de estrellas, apretó un pequeño botón situado a su izquierda.

Empezó a sonar Water of Love, de los Dire Straits.

No pocas veces salía del Espacio de Onel en soledad, solamente iluminado por las estrellas. Le ayudaba a relajarse y a ordenar sus ideas. Le ayudaba a reconciliarse con su pasado, las veces que éste le volvía a acechar. Y aquella era una de esas veces, quizá por el mero hecho de haber cumplido años, 23 años. Quizá porque, durante todo el día, solamente le había felicitado aquel enclenque y pesado ingeniero con una reverencia incluida. Aunque, a decir verdad, no era muy aficionado a las fiestas de aniversario, sobretodo a las suyas propias.

-Llamada entrante, capitán - resonó la mecánica voz del robot que gobernaba la nave, creado con inteligencia artificial el cual, muchas veces, resultaba ser mejor amigo que muchas personas de carne y hueso. De hecho, él también le había felicitado, y a primera hora de la mañana además, cuando llegó a la Estación.

-Adelante - espetó Rel, sin mucho convencimiento.

-Si desea, puedo decirle que ahora mismo no está presente - contestó el robot, con voz algo afectada y preocupada - A veces necesitamos la soledad. Ya sabe, si necesita usted hablar...

-No, gracias Yorlan, pásame la llamada. No te preocupes por mí.

-Como usted ordene, capitán.

-¡Ey Rel! ¿Estás ahí? ¿Por qué has tardado tanto en contestar?

-En pocos sitios del universo se empieza así una conversación, y menos por interfono - dijo, con voz agria, el piloto - ¿Qué quieres ahora, Louis?

Una risa agrietada y seca se pudo escuchar por el interfono.

-Ya sé que cuando no tienes conectado el videograma, es que no deseas tener compañía.

-Entonces el misterio está en saber por qué demonios me has llamado - Rel ni se molestó en bajar la música mientras el joven le hablaba. Ahora sonaba Sympathy for the devil, de los Rolling Stones.

-¡Venga ya, no me seas así! ¿Te vienes a Coria a hacer unas cervezas?

Rel soltó una amarga carcajada.

-¿Te has vuelto loco? ¿Te crees que voy a dar un Salto AHORA? ¡Corla está a 3 años luz! ¡Tardaría 3 horas en llegar! - apuró el cigarrillo y lo lanzó por el conducto de la basura - Deberás convencerme, y muy bien además. Y, la verdad, serás muy bueno en lo tuyo, pero vendiendo planes eres nefasto.

-Rel, escúchame - increíblemente, Louis se había puesto serio. ¿Louis serio? Entonces en verdad sucedía algo - Es importante que vengas. Y sabes que cuando me pongo serio...

-Eso mismo estaba pensando. En fin... - suspiró - Prepararé un salto. En 10 minutos estoy ahí. Como no valga la pena, te mato. Y lo sabes.

-Ya sabes dónde encontrarme, entonces. En la taberna de siempre, jeje.

Rel colgó sin decir nada más y volvió a suspirar.

-¿Qué diablos le debe pasar a este tío?

-He notado un tono de confidencialidad en su voz. Es extraño en él, haces bien en acudir, capitán.

-Prepárame una burbujita de las tuyas, Yorlan, que vamos a surfear.

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Miun era un planeta rocoso de gran envergadura en dónde se organizaba la vida nocturna de todo aquel sector de la galaxia. ¿Las razones? Fáciles de suponer: una gran cantidad de diversiones de toda índole que no hace falta reproducir aquí. Además, debido al tipo de rotación del planeta, las noches (y también los días) duraban mucho más que en la mayoría de los otros planetas de los alrededores. La ciudad principal, la considerada capital del planeta, se denominaba Corla, y se la conocía también como la Perla, puesto que todas sus edificaciones estaban construidas de cristal blanquecino. Una gran cantidad de lagos, jardines y fuentes la adornaban.
Rel había estacionado ya su nave en el espacio-puerto y ya se dirigía, las manos en los bolsillos, por uno de los grandes puentes que surcaban la ciudad, entre los edificios, dirigiéndose al lugar dónde Louis, él y sus compañeros siempre se veían para pasar las noches.

Por fin llegó a la posada de Húma. La verdad, era un sitio que siempre le reconfortaba: grandes cristaleras que se abrían a la enorme ciudad perlada, iluminada de forma tenue por las miles y millones de luces indirectas, casi todas de color azulado. Y dentro siempre, a todas horas, había grupos de músicos tocando música terrícola, o sea, su música preferida. En aquel momento, en el escenario, había un grupo de jóvenes haciendo versiones de Rush, una de sus bandas preferidas. Concretamente, estaban tocando La Villa Strangiatto. Pero algo le extrañó en todo aquello. Y mucho, además. Cuando se fijó en las mesas, no vio absolutamente a nadie, ni siquiera a Louis. Y la posada de Húma normalmente estaba a rebosar. Y con aquella extraña y exquisita canción de fondo, un aura enrarecida se había apoderado de aquel sitio.

Acto seguido, sucedió lo que ya se había imaginado: notó el cañón de un arma presionando contra su espalda. Bien...algún día tenía que pasar. De hecho, ya hacía tiempo que lo tenía asumido y era algo que venía con su oficio. Se resignó y suspiró, cerrando los ojos y esperando que llegara aquel maldito momento. Le habían tendido una trampa y él había caído de lleno en ella. Solamente esperaba no sufrir y morir en el acto.

-Feliz cumpleaños, Rel.

Era una voz familiar, muy familiar...De hecho, era tan familiar que al instante la reconoció, en el tiempo que tarda en parpadear un ojo.

-Mirabelle, podrías haber elegido otro día para liquidarme - espetó Rel con amargura, ocultando la profunda sorpresa que le había acarreado escuchar su voz de nuevo, como si ya se hubiera hecho a la idea que nunca más la escucharía de nuevo.

-Si sigues usando este tono derrotista, entonces sí que te voy a liquidar. Simplemente, he venido a hacerte una propuesta.

-¡Bonita forma de empezar una conversación!

-Vamos, sentémonos.

Sin duda, su sorpresa fue mucho mayor al volver a verla, cinco años después, de aquella forma en qué estaba vestida: una armadura de titanio de color verdoso con la estrella roja pintada en un gran casco con forma de águila, o sea, siendo directos, el uniforme de la policía de aquel sector de la galaxia.

-¡Pero qué diablos...! ¿Eres...policía?

Los músicos, instintivamente, habían dejado de tocar ante aquella escena, pero Miriabelle les hizo una estricta seña con la mano derecha para que siguieran tocando. ¡Estaba tan cambiada! Se quitó el casco con decisión y su larga cabellera rubia cayó como una cascada sobre sus hombros y su espalda. Aquella armadura se ceñía como una segunda piel sobre el cuerpo de la mujer, sí, de la mujer y no de la niña que había conocido, dibujando sus torneadas curvas a la perfección. Sus ojos azules brillaban con una fiereza felina.

-No, resulta que me gusta ir vestida así, no te jode. En fin...No hagamos de esto una tragedia y sentémonos - Miriabelle envainó el arma y se sentó en una de las mesas, cruzando las piernas y componiendo una leve sonrisa, bastante enigmática. Rel se sentó ante ella, levantando una de sus cejas.

-Es difícil no tomárselo así cuando alguien te amenaza con una pistola. Que, por cierto, se suponía que había quedado con un amigo, no contigo. De hecho, hablé con él por interfono, desde mi nave - añadió, contrayendo algo su pequeña y respingona nariz.

-Verás... - la mujer pidió un vaso de licor con hielo, mientras seguía sonando la música de fondo. Curiosamente, Húma, el dueño del bar, no se había espantado en absoluto por aquella escena. Seguramente ya estaría acostumbrado y no era la primera vez. Simplemente se dedicaba a limpiar unos vasos con mirada distraída - Creo que no hace falta explicarte que tenemos nuestros métodos. Solamente debes saber que tu amigo es una buena pieza y ya le tenemos detenido y tras unos barrotes.

-¿Cómo? - Rel abrió sus ojos de forma desmesurada y taladró a Miriabelle con la mirada - ¡¿Qué diablos le habéis hecho a Louis?!

Miriabelle arqueó su cuerpo hacia él y su cara se contrajo en una mueca repleta de odio.

-Ahora soy otra persona, Rel, no tienes derecho a tratarme con esa confianza. Aquí las preguntas las hago yo, puesto que quien tengo frente a mí es un contrabandista de mierda. Uno de tantos. Si no fuera por mí ya estarías pudriéndote en la cárcel como tu amigo.

Rel sonrió con desprecio.

-Si crees que voy a delatar a según quien, te saldrá más a cuenta encerrarme. Porque no lo voy a hacer.

Miriabelle echó su cabeza hacia atrás y estalló en carcajadas.

-¿Por qué te crees que he hecho desalojar este local? Te aseguro que tenemos otros métodos para sonsacar información a los delincuentes como tú. Y no es precisamente tomando un refrigerio - la mujer entrecruzó los dedos sobre la mesa y le miró, con profundidad - Sabía que querrías ir al grano. Siempre has sido así y no has cambiado.

-Dispara - replicó el joven, con una sonrisa de oreja a oreja - No te lo tomes de forma literal. A los policías no os gustan las metáforas.

-Tampoco fuiste nunca bueno con los sarcasmos - Miriabelle se encogió de hombros y sacó un cigarrillo de una bolsita. Lo encendió y dio una larga bocanada - ¿Quieres? - le ofreció uno.

-Gracias - aceptó Rel, sin demasiado entuasiasmo.

-Bien, seré muy clara, Rel. Has tenido suerte, mucha suerte.

-Sorpréndeme - se encogió de hombros.

-Me han pedido que te venga a buscar personalmente el cuerpo de seguridad del Sector - bebió un sorbo de su copa y prosiguió - Quieren ofrecerte un trabajo. Digamos que...aprecian tus artes de pilotaje.

El rostro de Rel se ensombreció, borrando de él su sonrisa sarcástica.

-¿Q...qué sentido tiene esto? - balbució.

-No te hagas el sorprendido. No es la primera vez que se hace.

-Vamos, que no tengo escapatoria. Es eso o la cárcel - se llevó una mano en la frente y suspiró - En menuda encerrona me has metido, Miri. Gracias de todo corazón.

La mujer, por primera vez desde que se habían visto de nuevo, serenó su rostro y mostró algo de empatía hacia él. Se llevó una mano en la mejilla y negó levemente con la cabeza.

-Sabías que tarde o temprano te agarrarían, Rel. No debías haber elegido este camino y tú lo sabes. Con lo buen piloto que eres podrías haber podido ser cualquier cosa. Y muy bien pagado además. No lo necesitabas.

La voz de Miriabelle. Sí, aquella voz dulce que ya casi ni recordaba. Aquella voz que durante tanto tiempo dejó de usar por su culpa. Rel encendió su cigarrillo y la observó con sus intensos ojos violeta.

-Dime la verdad, Miri. Te asignaron a ti para espiar mis movimientos. Solamente alguien como tú podía seguirme la pista.

-Hay que ir con cuidado con lo que se deja atrás, Rel - en los ojos de ella, durante un breve instante, creyó ver un brillo de melancolía. Pero pronto se repuso - En fin, no podemos quedarnos aquí tanto tiempo. La gente empieza a sospechar de forma muy rápida. Vayamos a mi nave - agregó, de nuevo con aquel tono de voz severo que, parece ser, se había agravado mucho con los años.

-¿A tu nave? ¿Y qué pasa con la mía? ¿Y qué hay de Louis?

-De todo esto ya hablaremos luego - replicó, tajante.

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-Bonita nave - asintió Rel, echando un vistazo a la disposición triangular del aparato, adornado con todo tipo de accesorios y repleto de comodidades: cuadros, sillones de masaje, jarrones caros, animales exóticos disecados, etc - Parece la de un contrabandista.

Miriabelle compuso una media sonrisa, y, accionando uno de los botones de despegue junto con uno de los pedales estabilizadores, en pocos segundos puso la nave a una velocidad estratosférica, saliendo de la atmósfera del planeta como una exhalación.

-Una es policía, pero tiene sus gustos - replicó ella, mientras indicaba el rumbo de la nave con unos botones - Con el tiempo una llega a comprender que la delicadeza no está reñida con la contundencia en según qué momentos - añadió, recogiéndose sus largos cabellos rubios en una larga cola.

-En cierta medida, siempre fuiste contundente - Rel se encogió de hombros, esta vez observándola con sus ojos de color malva - De hecho, por eso mismo me gustabas. Y ahora soy yo el secuestrado. ¡El destino tiene sentido del humor! - sonrió el joven, desviando su mirada hacia las estrellas. De alguna forma, en aquellos momentos se sentía tranquilo, e incluso confiado. Era una sensación extraña.

Miriabelle le miró de reojo, mientras se relajaba en el sillón de mandos habiendo ya activado el piloto automático. Su rostro era un enigma.

-Oh ¿Es que ya no te gusto?

-Bueno, creo que ya hablamos de ello, y quedó claro que...

Miriabelle sonrió con picardía.

-¿Y si te dijera que en realidad no soy policía?

Rel se levantó de su asiento y se recostó contra la pared de la nave. Sacó un cigarrillo y, sin preguntarle si podía fumar dentro del aparato, lo encendió. Luego estrechó los ojos, con una mirada penetrante.

-Pues que no me extrañaría lo más mínimo.